Diario de Las Americas| 15 de Junio del 2009
Carlos Sánchez Berzain *
En el primer año del segundo mandato presidencial de Alan García vimos al Presidente del Perú confrontar una cadena de problemas generados por movimientos político-sociales violentos, que han provocado confrontaciones, muertos y heridos, que se han presentado principalmente en las zonas andinas y cocaleras del país, que han afectado de manera importante la popularidad del mandatario y que, entre otras cosas, han permitido la reaparición pública del candidato al que Alan había derrotado en la segunda vuelta de las pasadas elecciones nacionales.
Observando los sucesos del Perú, no se puede dejar de recordar que hace apenas un año este país se alejaba de la influencia del autodenominado “socialismo del siglo XXI”, ya que con la derrota del candidato Ollanta Umala se ponían los cinco años del mandato constitucional del Presidente García como la distancia que los derrotados deberían esperar para intentar nuevamente la toma democrática del poder.
En política resulta curiosamente difícil recordar la historia para analizar algunas situaciones presentes, sobretodo cuando se trata de historia reciente. Quien no conoce o recuerda la historia corre el riesgo de repetir los errores, y lo que pasa hoy en el Perú parecería una copia de lo acontecido en Bolivia cuando luego de su derrota electoral del año 2002, los sectores populistas se dieron a la tarea de exacerbar y generar conflictos, tornarlos violentos, auspiciar las confrontaciones y hostigar al presidente hasta deteriorar el régimen democrático y lograr el derrocamiento del gobierno. Aparentemente con los mismos mecanismos y con los mismos aliados y auspiciantes en el hemisferio.
Si lo que está pasando en el Perú es un plan de los derrotados en las elecciones del año pasado para tomar más pronto el poder, es previsible que los conflictos en ese país no cesarán fácilmente, que el gobierno tendrá grandes dificultades para controlar la violencia y que el costo político de ese control y del mantenimiento del orden público será creciente, que los gobernantes peruanos caerán en el saco de los “políticos tradicionales, neoliberales y pro-imperialistas”, que independientemente del gran éxito económico peruano, el descontento y la desigualdad crecerán, y que la popularidad del Presidente García seguirá cayendo hasta impedirle completar su mandato. Es posible que estemos frente a la repetición del plan que culminó con el derrocamiento del presidente constitucional de Bolivia producido en octubre de 2003.
Si es así, el gobierno de Perú tendrá que soportar en los próximos meses una multiplicación de los reclamos y pedidos de diversos sectores sociales (maestros incluidos) políticamente motivados, al punto de que resulte imposible satisfacerlos. Los sectores con mayor compromiso político serán los mas radicalizados y los que demostrarán mayor capacidad de movilización buscando generar violencia.. Los resultados de esta violencia deliberadamente provocada serán atribuidos al gobierno y el Presidente García seguirá perdiendo apoyo. Por extraña coincidencia, el soporte a los conflictos estará en zonas de influencia de la frontera sur del Perú, como ya ha venido aconteciendo, y la mayoría parlamentaria de coalición o alianzas que el presidente peruano necesita se tornará mas difícil como efecto político directo de lo que suceda en las calles.
Porqué puede acabar así el actual gobierno del Perú y no le pasó al anterior presidente pese a su baja popularidad? Simplemente porque cuando Toledo gobernaba el Perú el proyecto de desestabilización estaba concentrado en Bolivia y funcionó exitosamente; y luego, porque las elecciones en el Perú estaban cerca y el candidato Umala era el favorito (hoy quedan cuatro años de gobierno).
En el marco de la nueva correlación de fuerzas políticas en América Latina, en los últimos dos años el proyecto de los comandantes Castro y Chavez logró tres victorias electorales (Bolivia, Ecuador y Nicaragua) y dos importantes derrotas (Perú y México). El afán de extender ese proyecto e influencia en el hemisferio no ha cesado y hoy son muy claras las acciones para organizar, influir y respaldar desde Caracas y La Habana ciertas candidaturas presidenciales, aunque este “apoyo” constituya intervencionismo directo en asuntos internos de otros estados. En el caso del Perú parece claro que parecen haber elegido “medios alternativos” para acelerar la toma del poder en base a su principio de “ socialismo o muerte”.
* Abogado boliviano, fue Ministro de Estado y Diputado Nacional.