Ser candidato en dictadura es vestir al tirano de demócrata

(AFP)

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(Infobae.com) Los regímenes castrochavistas de Venezuela, Nicaragua y Bolivia son dictaduras electoralistas que tienen como elemento esencial la realización de elecciones manipuladas con las que buscan simular democracia. Se trata de procesos sin libertad ni justicia, en los que no hay posibilidad de que un opositor pueda llegar al poder aunque gane las elecciones. En estas condiciones, quienes se presentan como candidatos quedan convertidos en funcionales y cómplices del régimen, que con su participación visten al tirano de demócrata.

Conceptualizo la «dictadura electoralista» como «el régimen político que por la fuerza o violencia concentra todo el poder político en una persona o en un grupo, reprime los derechos humanos y las libertades fundamentales, y utiliza las elecciones como medio de simulación y propaganda para mantenerse indefinidamente en el poder».

La esencia de elección es «escoger o preferir» a alguien para un determinado fin. Políticamente es «un proceso de toma de decisiones en que los ciudadanos eligen con su voto a una persona para determinado cargo público». Las elecciones son parte del proceso electoral que es «el conjunto de actos realizados en fases de acuerdo a la Constitución y las leyes que mandan a las autoridades electorales, partidos políticos y ciudadanos para renovar periódicamente los miembros electivos del Estado».

En las Américas, las elecciones en sí mismas no son democracia. Son un elemento esencial de la democracia, instituido por la Carta Democrática Interamericana como «la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo». Deben estar integradas y concurrir con el «respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales», la vigencia del «estado de derecho», un «régimen plural de partidos y organizaciones políticas», y la «separación e independencia de los poderes públicos».

Para que las elecciones sean libres y justas deben existir «condiciones de democracia», esto es la presencia mínima de los elementos esenciales de la democracia que permitan ser electores y elegidos a todos los ciudadanos, la igualdad de opciones a los candidatos, transparencia del proceso, autoridades electorales imparciales, garantía de recursos ante jueces imparciales, libertad de asociación, libertad de expresión y de prensa, garantías contra el fraude electoral, inmediatez y más.

Sin condiciones de democracia las elecciones son convertidas en un mecanismo de burla de la voluntad popular, transformadas en el instrumento ilegal y criminal de perpetuación en el poder, un sistema de fraude, corrupción y de NO elección, impuesto en Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia que son «dictaduras electoralistas», donde los dictadores han transformado las elecciones en una penosa cadena de delitos de orden público, que cometen con impunidad y reincidencia.

Elecciones donde se violan los derechos humanos y las libertades fundamentales, con perseguidos, presos y exiliados políticos; donde no hay libertad de prensa; donde que se manipulan los registros y la información; cuando el «estado de derecho» no existe y la «división e independencia de los poderes públicos» es una simulación pues todo el poder esta concentrado en el jefe que es al mismo tiempo el candidato a perpetuar: no son elecciones, es fraude, es crimen organizado en acción.

En el siglo XXI, la experiencia mas larga, enriquecedora y terrible sobre que hacer desde la oposición y la resistencia democráticas, en un sistema de dictadura electoralista, es la de Venezuela que durante casi veinte años ha probado prácticamente todo y ha concluido en la «doble abstención» que consiste en no presentar candidatos y no votar o votar nulo. Este extremo recurso de resistencia civil frente a la dictadura ha resultado muy efectivo para «deslegitimar» al régimen, al que quita la careta democrática, pone fin a la simulación y demuestra los crímenes de los detentadores del poder.

Quienes se presentan como candidatos de oposición en las «dictaduras electoralistas» no tienen ninguna justificación pues su presencia cumple el único propósito de legitimar al «dictador candidato». Cuando además los candidatos son varios y hasta muchos -lo que garantiza la manipulación del dictador candidato- como sucede ahora mismo en Bolivia, los llamados candidatos de oposición son simples cómplices en el vergonzoso papel de vestir al tirano de demócrata.

*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Demoracy