(Diario Las Américas) La dictadura castrista que oprime Venezuela y su ejecutor el dictador Nicolás Maduro, en el curso de su inevitable caída, ha tratado de presentarse como víctima de un “golpe de estado” frente a la movilización del pueblo dispuesto a recuperar su libertad. Cuando el gobierno viola a diario los derechos humanos de sus ciudadanos llevándolos a una crisis humanitaria, cuando se ha vulnerado toda la institucionalidad democrática y se impone un régimen intervencionista y tiránico, el pueblo no solo tiene el derecho, sino la obligación de recuperar su soberanía: la restitución de la democracia no es golpe de estado, es el ejercicio de un derecho fundamental.
La característica esencial de un golpe de estado es la “vulneración de la legitimidad y legalidad institucional de un estado”. Un golpe de estado atenta y viola las “normas y procedimientos legales de sucesión en el poder para tomar y permanecer en el gobierno vulnerando el estado de derecho”. El golpe de estado rompe la institucionalidad y el sistema de la democracia en beneficio de sus actores y en “contra de la voluntad popular expresada en elecciones libres”. Los golpes de estado son violentos, pero se reconoce la figura de golpe blando cuando la ruptura de la democracia se produce con “técnicas conspirativas no frontales y generalmente no violentas”.
La realidad objetiva muestra que a Venezuela le arrebataron hace años la democracia por medio de sucesivos golpes de estado blandos y violentos ejecutados desde el mismo gobierno. La sucesión a la muerte de Hugo Chávez fue un golpe de estado al habilitar a Nicolás Maduro como candidato; las elecciones con fraude electoral y amedrentamiento para consolidar ilegítimamente a Maduro fueron otro golpe; el control desde el poder ejecutivo del poder judicial, Tribunal Supremo de Justicia, Consejo Nacional Electoral hizo desaparecer la división e independencia de poderes incluso desde Chávez; el encarcelamiento político de opositores, la existencia de presos políticos, exiliados y perseguidos políticos y la ausencia de libertad de prensa son pleno ejercicio dictatorial; el desconocimiento de las competencias de la Asamblea Nacional y su suplantación con manipulación judicial fueron más golpes de estado.
El último golpe de la dictadura es la “constituyente de Maduro”, un desquiciado mecanismo fascista para suplantar definitivamente la voluntad del pueblo venezolano que ya sufre la intervención de su territorio y de su economía por el régimen castrista de Cuba. El sometimiento y la sumisión a potencia extranjera, la traición a la Patria y el entreguismo de los recursos nacionales para beneficio ajeno, son también elementos que han conducido al pueblo venezolano a la situación actual de crisis, hambre, inseguridad, desesperación y miseria.
Como si lo resumido fuera poco, hay que agregar a los agravios que sufren los venezolanos la corrupción y el narcotráfico que han generado grandes y notorias fortunas mal habidas. El encubrimiento del caso Odebrecht es una señal de un caso de corrupción que en Venezuela resulta pequeño, porque los mayores crímenes estarán en torno a PDVSA. El castro chavismo ha convertido al país en el “eje del narcotráfico” y ha ganado la denominación de “narco estado”, con notables carteles compuestos por altos miembros y familiares del régimen, que negocia la cocaína proveniente de las FARC de Colombia y de los sindicatos cocaleros que lidera Evo Morales en Bolivia, todo esto con conexiones al terrorismo de origen islámico, lo que además de un oprobio para los venezolanos es una amenaza a la paz y seguridad internacionales.
El pueblo venezolano es la víctima de la dictadura que se afincó mediante múltiples golpes de estado. Los venezolanos solamente ejercen su legítima defensa en condiciones de absoluta desigualdad. La tecnología permite que el mundo observe en tiempo real los atropellos y crímenes de la dictadura castrista de Nicolás Maduro y muestra a la juventud, a los ancianos, a los obreros e incluso a militares, a todo el pueblo de Venezuela, pidiendo la restitución de la democracia, que es “un derecho” reconocido por la Carta Democrática Interamericana. Lo que quiere la gente en las calles de Venezuela es que se acabe el régimen del oprobio y la violencia y que se reponga la democracia para recuperar la normalidad, para luego luchar contra la crisis.
Nada de lo que ha sucedido en los últimos años en Venezuela es posible en democracia. Toda la crisis y todos los crímenes, los asesinados, presos políticos, los exiliados, los perseguidos, la prensa acosada y destruida, la violación de los derechos fundamentales, la inexistencia de estado de derecho y más todo es resultado de una dictadura tardíamente señalada e internacionalmente tolerada, protegida por el dinero que usurpa a su propio pueblo y que convierte en sobornos mediante mecanismos como el de Petrocaribe, el amarre de falsos mediadores, el pago de apologistas, la contratación de lobbies y abogados en Estados Unidos y en otros países del mundo.
Por eso cuando los venezolanos deciden no abandonar la calle ni la protesta hasta recuperar la democracia, cuando contra toda amenaza y arriesgando sus vidas piden que la dictadura deje el poder, solo están ejerciendo un sagrado y fundamental derecho a la libertad. Luchar por restituir la democracia no es golpe de estado, es un derecho humano y es el gran ejemplo del pueblo venezolano con el que todos debemos ser solidarios, porque su triunfo es el de los pueblos de América.
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy