Carlos Sánchez Berzaín
29 de agosto de 2016
(Diario Las Américas) El pueblo venezolano soporta una dura crisis y lucha por su libertad para recuperar la democracia que le ha sido arrebatada por una mezcla de intervencionismo externo y alta traición a la patria. Ya no existe ninguna duda que el Gobierno venezolano es una dictadura y que Nicolás Maduro está dispuesto a cualquier cosa por mantenerse en el poder, siguiendo las instrucciones y estrategia del castrismo al que ha sometido y entregado la independencia y la riqueza de la Nación. En estas circunstancias se está librando la “batalla de Venezuela” entre el pueblo que quiere pan y libertad contra la dictadura que quiere continuismo e impunidad. Su resultado -que será evidente en breve- marcará el destino de toda la región. La batalla de Venezuela es para toda América Latina.
Una batalla es un combate, “una acción o conjunto de acciones ofensivas destinadas a la obtención de un objetivo”. En una batalla se confrontan dos fuerzas, dos oponentes, dos posiciones contrarias y el resultado busca sostener o modificar la situación motivo de la disputa. Hoy en Venezuela el pueblo ha sido llevado al punto en que no tiene más remedio que luchar para recuperar las mínimas condiciones de vida con pan y libertad. Se trata de una confrontación inevitable para los venezolanos por el capricho de los detentadores del poder político, que instituidos en dictadura e incapaces de proveer las mínimas condiciones de vida al soberano, prefieren amedrentarlo, oprimirlo, humillarlo y forzarlo a una situación que se supera simplemente con la verificación de un referéndum revocatorio este año y la liberación incondicional de los presos políticos.
La impopularidad de Maduro y de su gobierno plagado de corrupción, ineficiencia y prepotencia es tan grande que ha optado por el camino de la militarización de la dictadura. Los componentes locales del gobierno castrochavista, en el ejecutivo, judicial, electoral, administrativo, militar y la casta de boliburgueses han sido convencidos por el poder central de La Habana que no tienen donde ir por la naturaleza y evidencia de los crímenes de lesa humanidad, violaciones a los derechos humanos, narcotráfico y otros que han cometido , y están forzados a resistir permaneciendo en el poder a toda costa, aún sobre el hambre y la miseria del pueblo, pese a la crisis humanitaria de la que son responsables y que buscan encubrir con el sofisma castrista de “guerra económica del imperialismo”.
Fue en la Batalla de Carabobo, el 21 de junio de 1821, en que las fuerzas patriotas derrotaron a las coloniales sellando el proceso de emancipación venezolana y abriendo la consolidación de la liberación de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, que se cerraría en la Batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824. Casi dos siglos más tarde, hoy se lucha por la recuperación de la libertad y la democracia en América Latina (en la que existen cinco gobiernos dictatoriales agrupados en torno al castrismo con el rótulo de socialismo del siglo XXI) y la batalla es nuevamente en Venezuela, constituida en el foco de explotación, opresión y fuente de recursos del sistema antidemocrático.
Las posiciones para la “batalla de Venezuela” están en curso. La victoria del pueblo sobre la dictadura castrista es la caída de Maduro y su régimen, la recuperación de la democracia y el principio del fin de los gobiernos dictatoriales en Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. El inevitable triunfo del soberano venezolano, del pueblo, dejará al poder central dictatorial en Cuba sin aliento para sostener el infame como brutal régimen de Fidel y Raúl Castro que ya lleva 57 años y acortará su agonizante gestión; marcará la acelerada desbandada y derrota de Correa, Morales y Ortega, quienes no hubieran podido acceder y sostenerse en el poder sin el dinero venezolano malversado por Hugo Chávez puesto en manos del criminal aparato político castrista.
Las condiciones internacionales a favor del pueblo venezolano están dadas gracias al valiente cumplimiento de sus obligaciones del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). El secretario Almagro con su equipo jurídico, ha demostrado las violaciones del Gobierno de Venezuela a todos los elementos esenciales de la democracia, ha presentado un caso y ha logrado activar la Carta Democrática Interamericana respecto a Venezuela, ha agotado la mediación y la conciliación incluso por medio de los operadores impuestos por Maduro y el castrismo, ha roto el control del castro-chavismo sobre la mayoría de los estados de la OEA logrando un retorno estratégico al respeto de los principios y valores, y finalmente ha establecido que el Gobierno venezolano es una dictadura. Todo esto con valor jurídico de precedente respecto a Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, que en diversos grados tienen exactamente las mismas características de la reconocida dictadura venezolana.
La “Batalla de Venezuela” está en curso y nadie podrá permanecer solamente como testigo, porque en Venezuela están en juego la libertad, la dignidad y la democracia no solo de los venezolanos sino de todos los latinoamericanos y del mundo libre. Si en la Batalla de Venezuela gana la libertad, las consecuencias benéficas serán directas en el corto plazo respecto a Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua que no tardarán en cerrar la opresión en un tiempo aún mas breve que el registrado entre Carabobo y Ayacucho. El resto de los pueblos de América Latina habrán ganado con la desaparición de la conspiración y subversión permanentes que ejerce la dictadura castrista como moneda de cambio. El mundo entero verá desaparecer un centro de aliento y vinculación permanente del terrorismo, el narcotráfico, el crimen… Es muy importante entender que la Batalla de Venezuela es para toda América Latina y actuar en consecuencia.