Carlos Sánchez Berzaín
18 de julio de 2016
(Diario Las Américas) El modelo castrista del socialismo del siglo XXI reproduce este año en Nicaragua su sistema de simulación de democracia aplicado en Venezuela, Ecuador y Bolivia. El 6 de noviembre de 2016 el régimen de Daniel Ortega, con el título de elecciones, realizará la simulación de democracia para presidente, vicepresidente, diputados nacionales, departamentales y al Parlamento Centroamericano. Se trata de la misma ceremonia de fraude -con reelecciones criminosas- que mantiene en el poder al Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Rafael Correa y Evo Morales, y que ahora prorrogará en el poder absoluto a Daniel Ortega en la dictadura “electoralizada” de Nicaragua.
Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista de liberación Nacional (FSLN), es el ex guerrillero de formación castrista que gobernó Nicaragua de 1985 a 1990. Retornó al poder el año 2007con la influencia, favor e impulso de Hugo Chávez y Fidel Castro, como parte de la expansión del proyecto castrista que terminó denominándose socialismo del siglo XXI y que se construyó sobre el dinero y petróleo venezolanos, la política criminal con discurso anti imperialista de la dictadura cubana y el destrozo premeditado de la democracia en la región. Con discurso populista, con prebenda ilimitada proveniente del dinero aportado por Chávez y con la experiencia de haber perdido el poder, Ortega regresó al gobierno con la intención de no dejarlo nunca más.
Se trata del diseño de simulación de democracia concebido por el castrismo para tomar el poder por medio de elecciones, cambiar el sistema constitucional y legal, destruir la oposición y el sistema de partidos políticos, construir su propia legalidad que no es lícita ni legítima, controlar los medios de comunicación y la libertad de prensa, concentrar todo el poder en el jefe de estado haciendo desparecer la división e independencia de los órganos del poder público, liquidar el estado de derecho, apoderarse del sistema de justicia, controlar el sistema electoral y realizar elecciones amañadas, cuidándose de ganar siempre la elecciones por medio de un sistema de fraude institucionalizado, que les permita mostrar un respaldo popular en dimensiones inexistentes y reclamar falsamente la legitimidad electoral a nivel nacional e internacional.
No es la primera vez que Daniel Ortega usa este mecanismo, ya lo hizo para su reelección de noviembre de 2011, luego de la que con su control sobre los órganos Legislativo, Judicial y Electoral se ha autorizado su reelección indefinida. Lo mismo que hace ahora Ortega en Nicaragua, lo hizo Hugo Chávez en reiteradas votaciones en Venezuela e incluso, luego de su muerte el sistema operó para maniobrar la sucesión de Nicolás Maduro. Igual procedimiento usó Rafael Correa en Ecuador, que ahora frente a la tremenda crisis económica a la que ha llevado a su país, parece maniobrar para dejar el gobierno pero no el poder por medio de las elecciones convocadas para el próximo año. Similar mecanismo –ya conocido como la franquicia castrista del socialismo del siglo XXI- ha usado Evo Morales en Bolivia para permanecer mas de 10 años en el poder, y aún luego de perder el referéndum de reelección el pasado 21 de febrero, pretende insistir en la permanencia indefinida en el poder.
Daniel Ortega en Nicaragua, como sus socios y colegas de Venezuela, Ecuador y Bolivia, controla el poder legislativo que le hace todas las “leyes infames” que necesita o quiere, controla el poder judicial y ha convertido a fiscales jueces en el mecanismo de represión política contra opositores o personajes incómodos al régimen, controla el sistema electoral y lo manipula a su antojo, controla los medios de comunicación, lidera un gobierno cuyos parámetros de corrupción e impunidad están permanentemente denunciados, y goza de la fuerza política internacional suficiente construida en torno al castrismo para que los líderes de países democráticos simplemente “no molesten”.
Si en Nicaragua se coteja la realidad con los elementos esenciales de la democracia establecidos en el Artículo 3 de la Carta Democrática Interamericana, se ve muy fácil y rápidamente que no se cumple ninguno, y que llegar a la situación de la Venezuela de hoy es solo cuestión de tiempo, tal como acontece con Ecuador y Bolivia. Para las elecciones de este año, Daniel Ortega simplemente ha liquidado a la oposición mediante maniobras de autoridades electorales y de justicia, de manera es el “candidato único”, que con una manipulación planeada de la opinión pública triunfará en los fraudulentos comicios con mas de dos tercios del simulado apoyo popular. Ortega no tiene oposición en Nicaragua porque la ha hecho desaparecer y porque le ha quitado toda posibilidad de acción, financiamiento y difusión, porque –como dicen las voces populares- Ortega sería hoy el hombre mas rico de su país, que tiene bien amarrada a la burguesía local que ha transado por su sobrevivencia y favores.
Así las cosas, los defensores de la libertad, los derechos humanos y la democracia en Nicaragua no tienen siquiera posibilidad de ser escuchados y parecen condenados al silencio y la opresión hasta que –como en Venezuela, Ecuador y Bolivia- llegue la presión de la crisis económica política, de corrupción y de miseria, a las que irremediablemente conduce el modelo. La pena es mas grande cuando al parecer los países y gobiernos realmente democráticos se muestran vergonzosamente dispuestos a seguir tolerando la dictadura “electoralizada” de Nicaragua, como en los otros países controlados por el castrismo.