Carlos Sánchez Berzaín
07 de octubre de 2015
(Diario Las Américas) La realidad objetiva de la política y las relaciones internacionales, la influencia en los gobiernos de la región y la gravitación creciente con las potencias mundiales, parecen dejar claro que por diversas razones, de intereses, de dependencia, de ideología, de conveniencia y de temor, América Latina sin excepciones, se encuentra bajo el liderazgo político de Cuba. El gobierno dictatorial, la dictadura castrista, ha concentrado y maneja una influencia que –sin que nadie cuestione- lo ha colocado como el líder político de América Latina. Hoy las cuestiones políticas importantes con los países de América Latina pasan por La Habana.
También objetivamente la dictadura castrista no debería estar en condiciones históricas de cumplir este papel. Auto proclamada “comunista”, es la dictadura más antigua de las Américas que convirtió su país en uno de los más pobres, es el gobierno con más violaciones de los “derechos humanos”, el régimen que produce el mayor exilio político, el sistema con el mayor número de cárceles y presos políticos, que eliminó la existencia de “sociedad civil” y la “prensa libre”. Es un gobierno totalitario y militarizado fundado en un implacable sistema de “seguridad del estado” que ha creado e institucionalizado una metodología para perdurar indefinidamente, con una casta que concentra todo el poder. Con mensaje “anti imperialista y anti capitalista”, bajo la dirección de Fidel y Raúl Castro, aplican, promueven, alientan y ejecutan intervenciones armadas y políticas de países y gobiernos en la región y en el mundo desde hace más de 50 años, desestabilizan y suplantan democracias, incentivan y sostienen guerrillas, expandiendo su influencia y control, han quedado solo como sospechosos de narcotráfico y otros crímenes de lesa humanidad, y todo eso a tiempo que se presentan como víctimas de un imperialismo al que han desplazado en su influencia.
El salvador del castrismo fue sin duda Hugo Chávez que con el dinero venezolano sacó a la dictadura del “periodo especial” para permitirle iniciando el siglo XXI, reponer su proyecto de expansión que en los sesentas disfrazado al principio de “populismo electoral” y convertido ahora en “dictaduras del socialismo del siglo XXI”. Así derrocaron presidentes democráticos, promovieron y sostuvieron movimientos sociales para desestabilizar gobiernos, satanizaron partidos políticos, inundaron de dinero los procesos electorales, persiguieron líderes de la democracia generando presos y exiliados políticos para impedir renovación política, controlaron países destrozando sus constituciones, el estado de derecho y terminando con la democracia. Sin embargo, el mayor favor de Hugo Chávez al castrismo fue morirse, ya que con Chávez desapareció el liderazgo personal de un proyecto al que hasta entonces los Castro se subordinaban (el jefe era Chávez y el símbolo Castro), dando lugar a que desde entonces los Castro tengan el liderazgo político y el control económico del plan que diseñaron y que quedó totalmente en sus manos.
El castrismo controla hoy directamente los gobiernos que ha implantado y subordinado terminando con la democracia en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, los del denominado socialismo del siglo XXI. Controla, por el petróleo venezolano -del que es políticamente dueño- a los países del Petrocaribe, que además de Cuba, Venezuela y Nicaragua comprende a 15 estados adicionales (Republica Dominicana, Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Honduras, Jamaica, Surinam, Santa Lucia, Guatemala, el Salvador, San Cristóbal y Nieves y San Vicente y las Granadinas) valiosos por su voto en organismos internacionales como las Naciones Unidas, organismos regionales, de derechos humanos y especializados. Por razones ideológicas y de negocios (corrupción?) en los gobiernos de Argentina, Brasil, e ideológicas tradicionales a Uruguay y Chile. Por razones de negociación con las FARC a Colombia. Por razones de prudencia, conveniencia y/o de temor a Perú, Panamá, México, Paraguay. Estas razones se combinan y cada quien según su información o experiencia puede encontrar importantes concurrencias en cada gobierno específico.
De los medios de influencia y control que preceden el de “prudencia, conveniencia y/o temor” es el que la dictadura castrista utiliza con gobiernos no alineados. Tiene que ver –entre otros- con que el castrismo maneja y amenaza con la “capacidad de desestabilización” del gobierno o del país, incentivando protestas, sosteniendo manifestaciones, implementando mecanismos de crisis e incluso desarrollando o restaurando guerrillas (Paraguay y Perú). Además, la dictadura cubana usa su ilimitada permanencia en el poder como amenaza frente a los gobernantes democráticos que terminan sus mandatos y quedan expuestos al día después en el que la acción castrista -generalmente indirecta- con su técnica del “asesinato de la reputación” puede ser devastadora. La inteligencia de todo gobernante latinoamericano prudente parece indicar “con el castrismo mejor de amigos”, y entonces lo que negocian es el precio para comprar la no injerencia en su estabilidad.
La milagrosa recuperación de la dictadura castrista desde la cenizas de su periodo especial hasta el liderazgo de América Latina que hoy ejerce, se ha producido en los últimos 15 años y además de lo expuesto, de la persistencia, ausencia absoluta de respeto a los principios y valores fundamentales y suerte de los dictadores, tiene que ver con factores internacionales que les dejaron el espacio vacío y expuesto.