Carlos Sánchez Berzaín
28 de mayo de 2015
(Diario Las Américas) La realidad evidencia la estrategia de los gobiernos del socialismo del siglo XXI de disfrazarse de democracias. La acción natural de los gobiernos no democráticos consiste en el control total del Estado, y desde el Estado, en la invasión de los espacios que conforman la sociedad civil, para reducirlos a su mínima expresión, suplantarlos, subordinarlos, manipularlos e incluso destruirlos. El acotamiento y control de la sociedad civil es tarea diaria de los regímenes dictatoriales.
La sociedad civil esta conformada por el “conjunto de organizaciones diversas que mantienen su independencia del Estado”. Se trata de “todo lo que no es Estado”. Son los ciudadanos “actuando para tomar decisiones en el ámbito público que considera a todo individuo que se halla fuera de las estructuras gubernamentales”. La sociedad civil es diversa, independiente del Estado, está integrada por los sindicatos, iglesias, organizaciones no gubernamentales, asociaciones de ciudadanos, organizaciones sin fines de lucro, asociaciones de empresarios, colegios profesionales, organizaciones vecinales, deportivas, culturales y por todos los grupos sociales que se unen para luchar por sus derechos, principios, valores y cuestiones de interés común.
Alan Touraine ha demostrado que la sociedad civil “es un prerrequisito para la democracia”, que es “la condición primera de la democracia, ya que la separación de la sociedad civil y el Estado es la que permite la creación del sistema político”. La sociedad civil es fundamento y expresión de “libertad”, por eso para un gobierno que se apropia del Estado indefinidamente, la sociedad civil es el enemigo principal. Desde el Estado se ataca a la sociedad civil violando los derechos fundamentales, suprimiendo la libertad, se falsifica la voluntad popular y se extingue el estado de derecho, se controla todos los poderes públicos para desaparecer el sistema de frenos y contrapesos.
Cuando un gobierno copa, interfiere, subordina, interviene, reduce o destruye las organizaciones de la sociedad civil, ya sea por medio de disposiciones estatales legales, regulatorias, intervenciones violentas, persecución, enjuiciamientos y exilio de líderes sociales, cívicos, sindicales, religiosos o civiles, estamos ante acciones de destrucción de la sociedad civil. Cuanto más se debilita la sociedad civil, hay más espacio para el abuso, la corrupción y la impunidad.
El socialismo del siglo XXI es estatista, centralista y pretende permanecer indefinidamente en el poder. Con esta agenda, ha prácticamente liquidado a los partidos, dirigentes y estructura política de la democracia y sus enemigos naturales son los sindicatos independientes, la prensa libre, las organizaciones profesionales, las organizaciones no gubernamentales, las organizaciones de estudios, incluso las deportivas y religiosas. Para sobrevivir, los dictadores deben acabar con todos los que defienden la libertad y el estado de derecho .
Es la sociedad civil la que genera los liderazgos democráticos. Es de las organizaciones vecinales, académicas, sindicales, empresariales, profesionales, religiosas, deportivas….de donde salen los dirigentes, los líderes y los gobernantes de la democracia. Por eso los socialistas del siglo XXI saben que su enemigo natural y más peligroso es la sociedad civil, a la que se proponen reducir a su mínima expresión o terminarla, controlando sus organizaciones desde el Estado.
En Cuba las organizaciones de la sociedad civil están prohibidas y si algún indicio se presenta es bajo la amenaza del Estado, con riesgo de represión permanente. En Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, la mayoría de los sindicatos han sido subordinados al Estado y la sindicalización ya no es libre, igual que las organizaciones vecinales y otras que hoy forman parte del “aparato del gobierno” operado desde el Estado. La organización indígena ha sido dividida para tener un sector estatal; la amenaza del estado limita y paraliza a las organizaciones. Se promueven movimientos y organizaciones sociales como instrumentos políticos del régimen. Los dirigentes de la sociedad civil son politizados y perseguidos, presos, exiliados, y los que no quieren correr esa suerte han quedado subordinados al gobierno o acotados en sus acciones.
Los gobiernos del socialismo del siglo XXI están derrotados en la simulación de seguir actuando bajo apariencia de democracias, porque mas allá de la propaganda y de la temporal indiferencia o complicidad de gobiernos con democracia, lo que no pueden hacer es mostrar al mundo que en sus países existe sociedad civil, libre, independiente y fuerte. Son reconocidos como dictaduras porque “sin sociedad civil no hay democracia”.