(Diario Las Américas) MIAMI.- El 10 y 11 de abril de este año se reúne en Panamá la Cumbre de las Américas que por sus objetivos y la situación actual de la región afronta temas inexcusables que tratar. Son los relativos a la libertad, la democracia y los derechos humanos, que se violan como política de Estado en, por lo menos, cinco países, cuyos gobiernos vulneran las libertades fundamentales, la libertad de prensa, tienen presos y exiliados políticos, han hecho desaparecer el Estado de Derecho, la división e independencia de los poderes públicos y manipulan las elecciones como mecanismo de perpetuación indefinida en el poder.
La Cumbre de las Américas, que se desarrolla en el sistema de la Organización de Estados Americanos (OEA), es la “reunión de los jefes de estado y de gobierno de los estados miembros del hemisferio para debatir sobre aspectos políticos compartidos, afirmar valores comunes y comprometerse a acciones concertadas a nivel nacional y regional con el fin de hacer frente a desafíos presentes y futuros que enfrentan los países de las Américas”.
La de Panamá es la séptima reunión de este tipo, desde su primera edición en Miami en 1994. El centro de atención de esta cumbre fue marcado por la asistencia o ausencia del dictador de Cuba a la misma. Parecería que el tema central no es la reunión en sí misma, sino quiénes asistirán, entre los presidentes de los estados miembros de la organización, que tiene como fundamentos esenciales la democracia y los derechos humanos, y el jefe de esa dictadura, que ahora se hace llamar “presidente”.
Lo que en principio fue motivo de polémica, es hoy ya un hecho cierto a partir del anuncio de normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. El dictador cubano asistirá a la VII Cumbre de las Américas, para convertirla ahora en la cumbre que reconoce y afirma el liderazgo castrista de la región.
Anotada ya como un éxito más de la política cubana, la presencia de su jefe en la cumbre, por esa misma asistencia, los temas de imprescindible e inevitable consideración son libertad, democracia, derechos humanos, libertad de prensa, Estado de Derecho… Estamos por ver si los jefes de estado democráticos serán capaces de tomar posiciones y acciones positivas, o serán indiferentes; si asumirán complicidad o simplemente incurrirán al pecado de omisión.
Si los temas de libertad, democracia, derechos humanos y Estado de Derecho, no merecen consideración como “afirmación de valores comunes” para “concertar acciones a nivel nacional y regional” porque “es necesario hacer frente a este desafío presente y futuro” (objetivos de las cumbres), tal vez la mejor resolución que la reunión de Panamá podría tomar sería la de anular y renegar de la Carta Democrática Interamericana firmada en Lima, cuya adopción se decidió en la Cumbre de Quebec de 2001.
La realidad objetiva de las Américas muestra que desde hace años, a partir de la alianza Castro-Chávez, del proyecto que terminó llamándose Socialismo del Siglo XXI, de los miles de millones de dólares del pueblo venezolano despilfarrados en esta aventura, de la expansión política del castrismo y de la ruptura de la democracia, existen caudillos en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua que no cumplen ninguno de los elementos esenciales de la democracia, que tienen presos y exiliados políticos, que son gobiernos en diversos grados de totalitarismo, que son enemigos de la libertad de prensa y están operados por el castrismo.
¿Dirá algo la Cumbre de la Américas sobre los presos políticos en Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador; sobre los perseguidos y exiliados cubanos, ecuatorianos, venezolanos, bolivianos; sobre la utilización de los sistemas de Justicia como instrumento de represión política? ¿Tocará el tema del control absoluto de los sistemas electorales y las reelecciones indefinidas basadas en ese control; la corrupción, los nuevos ricos y la impunidad en los países del Socialismo del Siglo XXI? ¿Dirá algo sobre la existencia o riesgo de existencia de narcoestados?
La Cumbre de Panamá es la oportunidad para que los jefes de estados y gobiernos democráticos de las Américas demuestren que los principios y valores están vigentes. Ya no se trata de la asistencia del dictador cubano, del venezolano y de los otros. El asunto de fondo es para qué se reúnen. Si respetan los principios y valores, lo importante no es quién asista, importa lo que hagan y resuelvan. De lo contrario, sería hora de que proclamen cuáles son los nuevos paradigmas de la coexistencia y las relaciones en las Américas y con el mundo.