(Diario Las Américas) MIAMI.- La existencia de por lo menos cinco países en los que ya no hay democracia y su estrategia de tratar de presentar a sus gobiernos dictatoriales bajo el sofisma de “nuevas formas de democracia”, hace imprescindible volver a promover la democracia en América Latina. La promoción de la democracia y su defensa como estrategia son una necesidad y un desafío.
Que los pueblos de las Américas conozcan lo que es la democracia a partir de sus principios, sus elementos esenciales, sus ventajas, fortalezas y debilidades, sus beneficios y las amenazas, constituye sin duda el mecanismo más efectivo para evitar la expansión de las dictaduras del socialismo del siglo XXI y para recuperar la democracia en países como Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, que han sustituido el sistema de libertad por el de mando único y total con perpetuidad en el poder.
La estrategia de la dictadura castrista asociada con Hugo Chávez, utilizando el dinero del pueblo venezolano para construir poder político en la región, ha dejado como resultado la existencia de dos Américas, la democrática y la del socialismo del siglo XXI gobernada por regímenes dictatoriales, la mayoría de los cuales se aferra a la denominación de democracia cuando en verdad no les queda nada, ni siquiera las elecciones libres. Han producido la “electoralización dictatorial”.
En los países democráticos de la región la característica fundamental que da el sistema de libertad es la “previsibilidad”, esto es que en base a la institucionalidad democrática y al Estado de derecho se conoce con un aceptable nivel seguridad lo que el ciudadano puede esperar. La previsibilidad de la democracia es seguridad. La seguridad de saber cuando se elige y cuando cesa una autoridad, la seguridad para ejercer la libertad de expresión, para invertir, para disentir, para demandar, para rendir cuentas, para exigir transparencia, para todo lo que es actividad en una sociedad institucionalizada donde nadie puede estar por encima de la ley.
En los países controlados por las dictaduras del socialismo del siglo XXI la característica fundamental es la “arbitrariedad”, que se resume el control absoluto y la concentración del poder en manos del jefe, caudillo, líder o dictador. Arbitrariedad es inseguridad. Es “el proceder contrario a la justicia, la razón o las leyes, dictado sólo por la voluntad o capricho”. Es depender de la voluntad del régimen para trabajar, prosperar e incluso sobrevivir; es ser perseguido, preso o exiliado por ejercer la libertad de expresión o de opción política; es corrupción, negociados permanentes sin rendición de cuentas alguna, ausencia de transparencia; confiscaciones, tráfico, nuevos ricos; es la sustitución de la ley por normas retroactivas y represivas.
Parece cierto que nadie aprende de experiencia ajena, porque por ejemplo, las democracias de las Américas han sido capaces de contemplar más de 55 años las penurias y la crisis del pueblo cubano para terminar convirtiendo la dictadura en una especie de oráculo; hemos escuchado con frecuencia “esto no llegará porque mi país no es Cuba”; hemos visto la transformación de Venezuela de una democracia receptora de exiliados y protectora de perseguidos en lo que es hoy; hemos visto y veremos como países con grandes recursos naturales y económicos se hunden en crisis y marchan irreversiblemente hacia ella; parece posible sostenerse y morir en la impostura a costa del hambre de los pueblos y la ruina de los países sin democracia.
La realidad impone la necesidad de ocuparnos de la promoción democrática. Lo que debería ser una acción permanente de educación, sostenida por la sociedad y ejecutada por los gobiernos, impulsada por organismos internacionales, es hoy una cuestión ausente y al parecer inconveniente en las Américas. Advertimos que los gobiernos dictatoriales desarrollan una estrategia con mucho dinero e influencia política para distorsionar lo que es la democracia, buscando que con procesos electorales digitados y fraudulentos puedan seguir disfrazando la realidad.
Los daños irreversibles a los pueblos en los países no democráticos de la región son constatables. Sin duda, Cuba y Venezuela en democracia nunca hubieran llegado al estado de crisis que seguirá profundizándose. Allá van Ecuador, Bolivia y Nicaragua, es sólo cuestión de tiempo.