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El exilio de los principios
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MIAMI.- Frente a la evidente campaña política y publicitaria de la dictadura cubana para ser plenamente aceptada -sin condiciones- por la comunidad internacional, la alternativa que parecen escoger algunos gobiernos democráticos es la de ignorar la naturaleza misma del régimen castrista, olvidar los fundamentos del orden mundial y optar por el “exilio de los principios”.
CARLOS SÁNCHEZ BERZAÍN | 26 de Noviembre de 2014
Frente a la evidente campaña política y publicitaria de la dictadura cubana para ser plenamente aceptada -sin condiciones- por la comunidad internacional, la alternativa que parecen escoger algunos gobiernos democráticos es la de ignorar la naturaleza misma del régimen castrista, olvidar los fundamentos del orden mundial y optar por el “exilio de los principios”.
MIAMI.- Frente a la evidente campaña política y publicitaria de la dictadura cubana para ser plenamente aceptada -sin condiciones- por la comunidad internacional, la alternativa que parecen escoger algunos gobiernos democráticos es la de ignorar la naturaleza misma del régimen castrista, olvidar los fundamentos del orden mundial y optar por el “exilio de los principios”.
El exilio es la “expulsión de una persona fuera de su patria por motivos políticos”. Consiste básicamente en el hecho de que un individuo no puede continuar viviendo donde debiera o donde quisiera porque un poder arbitrario le impone o fuerza a salir para poder proteger su libertad y/o su vida. El exilio es una situación de violación de la libertad y los derechos humanos producida por el abuso de autoridad y la falta de garantías. Demuestra la ausencia de “Estado de derecho” y de democracia. Es una de las características de las dictaduras.
En América Latina, la dictadura castrista ha sido la principal fuente durante los últimos 55 años del exilio de millones de cubanos. Las dictaduras militares de los años sesenta y setenta produjeron exilios que terminaron con la recuperación de la democracia en los respectivos países. Los conflictos y guerrillas en Centro América forzaron en su tiempo esta penuria. Hoy, los exiliados de la dictadura de Venezuela pueden contarse por miles, los de Bolivia, por cientos, y de Ecuador, por decenas, sin contar los presos políticos.
En el siglo XXI, más allá de la inaceptable existencia de exilio, el fenómeno que ahora se presenta es que frente a la influencia, la acción política, el dinero y la propaganda de las dictaduras, los gobiernos democráticos de la región y de la comunidad internacional, parecen encaminarse a exiliar también los principios en los que se funda el orden y la coexistencia internacionales: el respeto a la vida, la libertad, los derechos fundamentales de la persona, la justicia, la paz, la democracia …
Uno de los principales efectos que produce el exilio y que favorece a las dictaduras es la separación del ámbito social y político del exiliado. Literalmente se le saca del medio y se le somete a la marginalidad, se busca excluirlo del proceso social y político. Otra consecuencia es la duda, la sospecha, el ataque en busca del “asesinato de la reputación”, buscando terminar con la credibilidad de la víctima.
Para favorecer la presencia de la dictadura cubana en el concierto internacional, se está asumiendo la posición de exiliar los principios, con los mismos efectos del exilio de los perseguidos políticos. Excluir de la agenda de las relaciones internacionales las normas o ideas fundamentales que deben regir la conducta y el comportamiento de los estados y de los gobiernos, para priorizar asuntos económicos o de “interés recíproco”, es la tendencia que reviste de “pragmatismo” conveniencias de coyuntura.
Resulta que por este exilio de los principios, en lugar de exigir a las dictaduras el respeto de las “características esenciales del sistema internacional”, se acepta muy fácilmente –entre otras cosas- que el tema de los asesinatos políticos (la vida) no esté en agenda, que el asunto de los presos políticos (libertad) no se discuta, que las violaciones a la libertad de prensa (derecho fundamental) ni se mencionen, que se ignore a la oposición (justicia), y que no se recuerde la vigencia del Estado de derecho (democracia).
El aceptar, reconocer, tolerar o simplemente evitar la realidad objetiva respecto a la dictadura cubana y las otras de la región, para aprovechar intereses de coyuntura, en detrimento de lo esencial, es ser actores del “exilio de los principios” y por lo tanto participar de las dictaduras. La denominada política de apertura del Gobierno español y otros da esta impresión, mientras el castrismo avanza en penetrar y liquidar el sistema democrático y de Estado de sus interlocutores.
Si el sistema internacional y los gobiernos democráticos no respetan y hacen respetar los principios en los que se fundan, deben entender que están poniendo en riesgo su propia existencia y su legitimidad. En el pasado, algunos gobiernos ya actuaron así y terminaron convirtiéndose en víctimas de sus amigos de oportunidad.