Carlos Sánchez Berzaín entrevistado por Francia Sánchez: Edmundo González Urrutia debe ejercer como presidente constitucional de Venezuela, según el mandato popular recibido el 28 de julio, y no permanecer como un presidente electo sin juramentarse. Su posición actual se debe a las circunstancias extraordinarias de usurpación de poder en el país, lideradas por un régimen que ha impedido la normalización del gobierno democrático. María Corina Machado, quien lideró el movimiento opositor y obtuvo un abrumador respaldo en las primarias, debería asumir como jefa de gobierno, con un gabinete formalmente constituido y ejerciendo desde el exterior si fuese necesario, en tanto se recupera la soberanía venezolana.
La crisis actual, caracterizada por la ocupación y usurpación del poder por grupos criminales y apoyada por fuerzas externas, no puede invalidar el mandato soberano otorgado a González Urrutia. En este contexto, su juramentación como presidente constitucional resulta crucial para legitimar su representación internacional y avanzar en la recuperación del control y la soberanía nacional.
Un factor crítico en la crisis venezolana es la presencia de una oposición funcional, que, aunque aparenta oponerse al régimen, en realidad facilita su permanencia en el poder. Esta oposición ha sido derrotada electoralmente por María Corina Machado en 2023, pero su influencia sigue siendo un obstáculo para la consolidación del gobierno constitucional. La inacción de González Urrutia al no juramentarse fortalece a esta oposición y debilita la capacidad del pueblo venezolano para avanzar hacia su liberación y la restauración del orden democrático.
Para recuperar la soberanía venezolana, González Urrutia debe asumir como presidente constitucional, lo que le permitirá acceder a herramientas legales internacionales, como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) o acuerdos multilaterales. Este proceso no constituiría una invasión ni un ataque a la soberanía, sino un esfuerzo legítimo de recuperación del control territorial y político del país. El respaldo internacional es clave, pero depende de que Venezuela tenga un liderazgo soberano y legítimamente reconocido. Solo así podrá coordinar acciones efectivas para la restauración de la democracia y la libertad.