Carlos Sánchez Berzaín entrevistado por Diego Bas y Norberto Spangaro en «Con sabor argentino»: El escenario político de Venezuela representa un momento histórico clave no solo para el país, sino para toda América. El próximo 10 de enero marcará un punto de quiebre definitivo en la lucha entre la democracia y el crimen organizado. Edmundo González Urrutia, presidente constitucional electo, simboliza el triunfo democrático sobre una dictadura que ha utilizado el aparato estatal para perpetuarse en el poder. Este conflicto no se reduce a Venezuela, sino que repercute en toda la región, desde el Caribe hasta el Cono Sur, convirtiendo la transición política venezolana en un símbolo de resistencia democrática continental.
El liderazgo de María Corina Machado ha sido crucial para movilizar al pueblo venezolano en contra de la dictadura. Tras obtener un abrumador respaldo en elecciones internas, Machado logró unificar a la oposición verdadera y desenmascarar a la oposición funcional que servía de fachada al régimen. A pesar de las inhabilitaciones políticas, logró posicionar a Edmundo González Urrutia como candidato presidencial, quien obtuvo una histórica victoria con más del 67% de los votos. Este resultado fue respaldado por pruebas concretas de cada acta electoral, desmontando los intentos de fraude del régimen de Nicolás Maduro.
La comunidad internacional ha reconocido mayoritariamente a Edmundo González Urrutia como el presidente legítimo de Venezuela. Sin embargo, Maduro se aferra al poder con el respaldo de regímenes autoritarios como Cuba, Nicaragua, Rusia e Irán. Frente a esta situación, existe la posibilidad de que González Urrutia tome juramento fuera de Venezuela, con Buenos Aires como una de las principales alternativas. La alianza con el gobierno de Javier Milei en Argentina se presenta como un pilar fundamental para sostener la legitimidad del gobierno constitucional venezolano, incluso si debe operar temporalmente desde el extranjero.
Edmundo González Urrutia y María Corina Machado enfrentan el reto de gobernar en un escenario dual: internacionalmente, asegurando el reconocimiento diplomático; y nacionalmente, restaurando las instituciones democráticas. Una de las primeras acciones será reorganizar las fuerzas armadas y designar un gabinete comprometido con la transición democrática. Si la usurpación persiste, el presidente legítimo podrá invocar mecanismos internacionales para restaurar el orden constitucional. Este proceso no solo busca liberar a Venezuela, sino también establecer un precedente en la región, consolidando un modelo de resistencia efectiva contra regímenes autoritarios.