6 de septiembre del 2020
(Infobae.com) En crisis internas terminales, en evidencia como sistema de delincuencia organizada transnacional y bajo crecientes sanciones internacionales, las dictaduras de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, se debaten en lo que deberían ser los últimos días de sus regímenes. El rechazo popular es masivo, pero el liderazgo político interno acusa debilidades, al extremo que la fortaleza de las dictaduras parece estar ahora en lideres y grupos que se dicen de oposición y que resultan sosteniendo las dictaduras y la impunidad de los dictadores.
Las dictaduras del socialismo del siglo XXI instaladas en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador a partir de la revitalización de la dictadura de Cuba, tienen como característica disfrazar de procesos populistas y electorales la toma y permanencia ilegal e ilegítima en el poder. Liquidando todos los elementos esenciales de la democracia, violando los derechos humanos con perseguidos, presos y exiliados políticos, haciendo desaparecer el estado de derecho y la división e independencia de poderes, manipulando los jueces y destrozando el sistema político, se establecieron como “dictaduras electoralistas”.
Dictadura electoralista es el “régimen que por la fuerza o violencia concentra todo el poder político en una persona o grupo, que reprime los derechos humanos y las libertades fundamentales y utiliza las elecciones como medio de simulación y propaganda para mantenerse indefinidamente en el poder”. En la dictadura electoralista “se vota pero no se elije” porque las elecciones son solo el ritual para que el dictador siga simulando legitimación de su poder absoluto, como Chávez y Maduro en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Ortega en Nicaragua.
El socialismo del siglo XXI ha producido la “oposición funcional”, una simulación de oposición, una oposición de mentira porque no aspira a acceder a la dirección del poder. En democracia, el concepto de oposición “se relaciona con el conflicto político entendido como la mutua, simultanea y contradictoria aspiración de fuerzas oponentes a un mismo objetivo” que es el acceso al poder. La oposición real descansa en las libertades, derechos políticos, pluralismo, alternancia en el poder, libre expresión y sufragio universal.
Han “institucionalizado” las dictaduras con constituciones políticas, leyes y una estructura del estado destinada a la normalización de la concentración del poder, del control y violación “legal” de los derechos y libertades ciudadanas. Las dictaduras castrochavistas han creado en Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador un “orden legal infame” porque en sus constituciones y leyes violan los derechos humanos, hacen desaparecer el sufragio universal, terminan la ciudadanía, suplantan la retroactividad de la ley y llaman ley a infamias de opresión que garantizan el control del poder y la impunidad.
Es justo reconocer la dificultad de ser opositor en dictadura, pues en general hay resistencia o disidencia porque la oposición resulta solo la que el régimen permite. La persecución política judicializada, el asesinato de la reputación, las detenciones arbitrarias, la extorsiones y abusos por el poder total, la liquidación económica y moral llevan al opositor a la cárcel o al exilio, cuando logra sobrevivir.
Cuanto mas se debilitan las dictaduras, mas espacio hay para una oposición real y eso es lo que sucede en Venezuela, Nicaragua y Bolivia. Cuando los pueblos aspiran y piden “unidad” a los opositores para primero sacar los dictadores y luego recuperar la democracia con la terminación del sistema dictatorial, vemos que mas contradicciones y divisiones se activan entre los opositores que de esta manera siguen cediendo la iniciativa a los dictadores en Venezuela y Nicaragua e impiden terminar la dictadura luego de la renuncia del dictador en Bolivia.
Lideres y grupos autonombrados de oposición en Venezuela, Nicaragua y Bolivia no están ayudando a sacar los dictadores ni terminar las dictaduras. Los hechos muestran que la diputa entre ellos es mas importante que la lucha contra las dictaduras a las que terminan sosteniendo. Dividen al pueblo hasta desanimarlo e incluso llevarlo a pensar en la continuidad dictatorial como sucede en Bolivia. No hacen nada para cambiar el sistema de dictadura, se acomodan a las instituciones dictatoriales y aparecen integrados al sistema de corrupción de la dictadura.
Los opositores que aspiran a recuperar la libertad y la democracia para sus pueblos no pueden continuar dando el espectáculo de miseria política y desprecio al ciudadano que hoy está sosteniendo las dictaduras y la impunidad de los dictadores.