(Diario Las Américas) Nicaragua ha pasado el punto de no retorno para la recuperación de su libertad y democracia. Las manifestaciones ciudadanas reprimidas en el modelo castrochavista ya aplicado en Venezuela por Chávez y Maduro y en Bolivia por Evo Morales con decenas de muertos y heridos, han desnudado el sistema de oprobio que los nicaragüenses no están dispuestos seguir soportando. El tema es ahora la salida de Daniel Ortega y el final de su régimen porque el pueblo ha destapado la dictadura de crimen organizado en Nicaragua.
Entre Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, los cuatro estados que quedan bajo control de dictaduras de crimen organizado, Nicaragua se mostraba como la más estable o controlada. Los acuerdos de Ortega para encubrir la corrupción política de sus otrora adversarios, luego devenidos en colaboracionistas y cómplices, fueron la piedra fundamental para instaurar el modelo castrochavista de simulación democrática en Nicaragua y hacerlo avanzar rápidamente como una de las dictaduras del socialismo del siglo XXI. Los arreglos con empresarios privados, acompañados de prebendas y privilegios fueron mecanismos de protección al disfraz de la dictadura.
Los recursos venezolanos y el petróleo malversados por Hugo Chávez permitieron dar apariencia de prosperidad a la administración de Daniel Ortega, cuando en realidad se sentaban las bases del sistema de crimen que caracteriza a los regímenes no democráticos que empezaron presentándose como populistas, izquierdistas, procastristas y que terminan como una peligrosa agrupación delictiva transnacional.
El régimen de Nicaragua se esforzó por mantenerse en la sombra mientras las Américas y el mundo señalan a Cuba, Venezuela y Bolivia como dictaduras. Pero ahora la Nicaragua de los Ortega está en primer plano, e integrada sin diferencias con sus socios los Castro, Maduro y Morales, con prueba plena, en el grupo que ejecuta y encubre crímenes de lesa humanidad, viola derechos humanos, persigue, exilia, asesina, masacra, falsifica, extorsiona y sostiene el terrorismo, como narcoestados para retener el poder a toda costa con fines de impunidad.
Lo que comenzó siendo una protesta contra las reformas impuestas por los Ortega al Instituto de Seguridad Social, se ha convertido en Nicaragua en el reclamo general por todos los agravios sufridos y soportados por el pueblo, que tiene como única solución la terminación del régimen, la salida de Daniel Ortega y su organización del poder. La realidad muestra que no existe un solo ciudadano, ningún sector que no sea víctima del régimen, que igual censuró, controló y reprimió a la prensa, impuso la afiliación obligatoria al partido de gobierno para permanecer u optar por un empleo público, eliminó a la oposición del proceso electoral, controló el poder judicial para usarlo con “sentencias infames” contra los adversarios o defensores de la libertad y formó una casta de nuevos ricos con recursos del estado, la corrupción y el crimen.
Hace mucho tiempo que en Nicaragua no existen ninguno de los elementos esenciales de la democracia. No hay libertad ni respeto por los derechos humanos, no existe estado de derecho, no hay división ni independencia de los poderes públicos, no hay elecciones libres ni justas y el voto universal ha sido suplantado, no existe libertad de organización política. Hace años que valientes nicaragüenses denuncian ante el mundo la dictadura de los Ortega. Hace tiempo que el pueblo grita que “Somoza y Ortega son la misma cosa”.
Un muy bien aceitado sistema internacional de relaciones públicas, los lobistas que trabajan para el grupo Cuba-Venezuela-Bolivia-Nicaragua, el sometimiento de los países del Petrocaribe con el soborno del petróleo venezolano, la penetración en organismos internacionales, el control de medios de prensa nacionales y la creación e influencia en medios internacionales, la colusión con importantes magnates y empresarios, el repetitivo discurso anti Estados Unidos con la apertura a Rusia, China, Corea del Norte, Irán, han sido, entre otros, los elementos que permitieron la dictadura de crimen organizado de los Ortega en Nicaragua.
Hoy estamos en otro escenario. El pueblo de Nicaragua con su heroísmo, valentía y persistencia ha destapado la dictadura que controla su país y la ha presentado al mundo como lo que es: un grupo de delincuencia organizada que debe dejar el poder a la brevedad posible para dar lugar a la democracia.
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy