(Diario Las Américas) Las decisiones del Presidente de los Estados Unidos y las acciones de su gobierno respecto a los regímenes dictatoriales de Cuba y Venezuela indican los elementos de una nueva política exterior de Estados Unidos con América Latina. El anuncio de la “cancelación total del mal acuerdo con el régimen cubano”, el compromiso de que “lograremos pronto una Cuba libre” y el señalamiento de que “el régimen de los Castro ha enviado armas a Corea del Norte y apoya la represión en Venezuela” realizados por el Presidente Trump, seguidos del rechazo del Departamento de Estado al pedido de Nicolás Maduro de un diálogo de alto nivel con Estados Unidos, son parte una nueva política exterior estadounidense que se muestra fundada en los principios de libertad y democracia.
Se entiende por política exterior “el conjunto de los objetivos que un estado se propone lograr respecto del comportamiento de otras entidades internacionales” y se considera integrada por las “decisiones que toma el gobierno en función de sus principios e intereses nacionales respecto a los actores del sistema internacional”. Se trata de “la dimensión internacional de la estrategia de gobierno”.
Cuando vemos a la nueva administración de los Estados Unidos expresar temprana preocupación y tomar acciones de presión creciente respecto al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, estamos frente a una nueva política exterior confirmada el 16 de junio pasado por el Presidente de los Estados Unidos diciéndole a la dictadura de Cuba “pongan fin al abuso a los disidentes, liberen a los presos políticos, ábranse a mayores libertades políticas”. La nueva política exterior de EEUU con América Latina aunque una tardía reacción a la necesidad de defender su propia seguridad es un importante retorno a los principios de libertad y democracia y al esencial reconocimiento de “quién es el adversario”.
El siglo pasado finalizó con una sola dictadura en las Américas, la Cuba castrista, cuyo final se preveía muy próximo. Pero al llegar Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela en 1999, necesitado de seguridad y estabilidad para su frágil gobierno, buscó el apoyo castrista e hizo alianza política que proporcionó a Cuba petróleo y dinero, pero además la posibilidad de recrear su proyecto de expandir su revolución por todo el hemisferio como lo intentó con acciones armadas, terroristas y guerrilleras desde la década de los sesenta. El resultado de los recursos venezolanos malversados por Chávez y las capacidades político-criminales de Castro fue el deterioro de la democracia en las Américas, la creación y expansión de las “dictaduras del socialismo del siglo XXI” en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua y que pretenden tomar Colombia con la legalización política de las FARC.
Los gobiernos del proyecto bolivariano, ALBA o socialismo del siglo XXI, que hasta hace poco controlaban Argentina con los Kirchner y Brasil con Lula y Rousseff se han declarado “anti imperialistas” y proclamado enemigos de los Estados Unidos. Venezuela, Bolivia y Ecuador han expulsado a los embajadores americanos y solo Ecuador lo ha repuesto; estos mismos tres gobiernos han expulsado a la DEA rompiendo unilateralmente todos los acuerdos de lucha contra el narcotráfico; todos han retirado la ayuda militar estadounidense y han cambiado la doctrina de sus fuerzas armadas para hacerlas anti imperialistas, creando y operando la “escuela militar antiimperialista del ALBA” en Santa Cruz-Bolivia, con instructores cubanos; Ecuador ha retirado a los Estados Unidos de la Base de Manta de operaciones contra el narcotráfico; todos han comprado armas y equipos militares rusos y chinos.
Las más importantes amenazas a la seguridad regional y de los Estados Unidos en la región provienen de acciones u omisiones de estos países: el narcotráfico ha crecido con fuente de producción en las FARC de Colombia y los sindicatos cocaleros de Evo Morales en Bolivia, teniendo como eje a Venezuela y con mayor participación de Ecuador; el terrorismo de origen islámico tiene financiamiento con narcotráfico, se han visto indicios de soporte logístico y evidencias de suplantación de identidad con abiertas simpatías de los regímenes dictatoriales; la presión migratoria sobre EEUU está fundamentalmente originada por la inseguridad y amenazas que las dos anteriores situaciones producen.
En organismos internacionales Cuba tiene el control del grupo integrado además con los votos del Petrocaribe por medio del petróleo venezolano, lo que ha permitido formar un sindicato de presión en la Organización de Naciones Unidas en alianza con los adversarios de los EEUU, y controlar la Organización de Estados Americanos (OEA) a la que Cuba no quiere ni necesita reintegrarse. La penetración en organismos especializados es simplemente muy efectiva. Con la muerte de Chávez, el castrismo ha tomado el liderazgo político de América Latina. Una de las demostraciones recientes de ese poder –que aunque decreciente aún se sostiene- es el resultado de la asamblea general de la OEA en Cancún donde ya sin mayoría el castrismo ha logrado bloquear las declaraciones y sanciones contra la dictadura venezolana de Maduro.
La nueva política exterior de los EEUU en la región está indicada y ciertamente fundada en los principios de libertad y democracia, en el reconocimiento de que “existen dos Américas”, la democrática bajo acoso y la dictatorial, que es una amenaza para los EEUU y está dispuesta a retener a toda costa el poder indefinido fundado en la corrupción, el crimen y la impunidad. La esperanza es una ejecución oportuna y acertada de la nueva política exterior de los EEUU.
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy
Foto: MiamiHerald.