Ya nadie es imparcial frente a la crisis venezolana. Ha producido innumerables invocaciones y declaraciones de preocupación, solidaridad y toma de posiciones. Internamente los hechos muestran que la gran mayoría de los venezolanos exigen la salida de Maduro y el fin del régimen dictatorial, frente a un gobierno reducido a la mínima expresión de respaldo popular, paramilitarizado y que ejecuta la estrategia castrista de ”ganar tiempo, dividir a la oposición y administrar el miedo”.
Internacionalmente la dictadura de Venezuela tiene el apoyo abierto de las dictaduras del socialismo del siglo XXI, Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua y de sus aliados internacionales –no precisamente democráticos- Rusia, Irán, Corea del Norte, China…; todos articulados por la dictadura cubana. Es un bloque para el que la caída de Maduro es un daño porque pierden poder, riqueza e influencia geopolítica. Son un grupo auto proclamado antiimperialista y enemigo de los EEUU. La importancia de Venezuela para este grupo tiene que ver directamente con su peso internacional, la corrupción institucionalizada, el narcotráfico, las vinculaciones con el terrorismo de origen islámico y la presión migratoria contra los EEUU.
Otro grupo de apoyo internacional a la dictadura venezolana está integrado por “países controlados” del Petrocaribe, que por razones económicas respaldan la dictadura. Son necesitados de petróleo que por su dependencia y pobreza actúan hoy a favor de la dictadura movidos por los recursos petroleros de Venezuela. La paradoja es que la propia riqueza venezolana es la que sirve para sostener la opresión contra los venezolanos.
La amenaza de una crisis del Petrocaribe es una de las armas que usa el castrismo para sostener al régimen de Maduro, no solo contra los estados miembros, sino contra EEUU al que en tal crisis pondrían bajo presión migratoria y económica con la urgencia de reemplazar el petróleo venezolano. Para que la mayoría de los países del Petrocaribe tengan oportunidad de recuperar su independencia frente a las dictaduras, necesitan una opción política, un puente que reemplace la extorsión de que son víctimas y les permita vislumbrar un futuro de relaciones con dignidad y estabilidad con una Venezuela en democracia que podrá mantener la relación pero para defender la democracia no para sostener dictaduras como la de Cuba.
El Vaticano ha quedado ubicado entre los sostenedores disimulados de la dictadura, secundando a un grupo de mediadores de dudosa imparcialidad con Maduro y participando del juego del “dialogo dictatorial” como mecanismo para “ganar tiempo”. El artificio del diálogo ha conseguido desprestigiar las gestiones de la Asamblea Nacional que ha perdido mas de un año en el asunto, soslayar las elecciones de gobernadores y la posibilidad ya superada de elecciones generales, dividir a la oposición con tratamientos diferenciados a los presos políticos, mantener en efecto y ejercicio el poder del dictador dándole reconocimiento de gobierno, sin ningún beneficio para el pueblo venezolano.
Del triple poder que maneja el Papa como pastor (guía de los católicos), Pontífice (Conductor de la Iglesia Católica) y jefe de Estado (Mandatario del Estado El Vaticano), hoy se ve al jefe del Estado El Vaticano seriamente comprometido a favor de la agenda dictatorial de la región, mientras que la Iglesia Católica de Venezuela por medio de la Conferencia Episcopal, sus obispos y el pueblo católico militan abiertamente en la causa de la democracia exigiendo el fin del régimen dictatorial castrista.
Perú, Costa Rica, Argentina, México, Brasil, Colombia, Guatemala, Honduras y Paraguay se han pronunciado abiertamente contra la dictadura en Venezuela y han recibido señales como la amenaza de Maduro al Presidente de Colombia de “revelar los detalles de la paz con las FARC”, el renacer de focos guerrilleros en el altiplano de Perú que solo son sostenibles desde Bolivia con la dictadura de Evo Morales, o la presión de calle del kirchnerismo contra Macri en Argentina. Es notable el gobierno de Panamá que aparentando neutralidad secunda todas las posiciones del castrismo.
En este escenario, los EEUU han señalado a miembros de la dictadura de Maduro vinculados con el narcotráfico, han ampliado investigaciones y tienen en suspenso el anuncio de su política exterior con Cuba, pero no parecen haber percibido el peligro que todo lo destinado a consolidar la dictadura en Venezuela es un proyecto castrista para confrontar, debilitar y eventualmente atacar a los EEUU.
Se trata de consolidar una segunda dictadura castrista en Venezuela en pleno siglo XXI, un narco estado comprometido en la mayor producción y comercialización mundial de cocaína con las FARC de Colombia y de los cocaleros de Evo Morales de Bolivia con destino a los EEUU, un país que documenta a potenciales terroristas islámicos y que con todo ese impulso criminal desestabiliza la región creando presión migratoria sobre los EEUU. El centro de mayor peligro contra los EEUU es la dictadura castrista de Venezuela.