(Diario Las Américas) Los datos de la realidad objetiva prueban el ejercicio dictatorial y la ausencia de democracia en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, pero los gobiernos democráticos de las Américas parecen ser los únicos que no se dan cuenta de esta situación porque continúan tratando a los dictadores como iguales, ignorando hechos criminosos y manteniendo relaciones normales.
Si los líderes democráticos de la región, en ejercicio del poder, continúan su política de tolerancia que otorga “normalidad a las dictaduras”, serán cómplices del sufrimiento, la opresión y la miseria de los pueblos. Ha llegado el tiempo de pedir explicaciones, reclamar acciones concretas y señalar como vergonzosa la indiferencia, la conveniencia, el temor o la complicidad de los presidentes de los países americanos frente a las dictaduras.
Las violaciones a los derechos humanos, los presos y exiliados políticos, el uso de la justicia como instrumento de represión, la desaparición del Estado de derecho, la inexistencia de división e independencia de poderes, la corrupción, el fraude, la comisión de delitos de Estado, el narcotráfico, el abuso de poder y la impunidad en los regímenes de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, son tan evidentes que los ciudadanos de la democracia se preguntan por qué sus presidentes, cancilleres, gobiernos y embajadores callan. La gente ve a sus gobiernos como indiferentes, complacientes, cómplices o atemorizados por el sistema dictatorial del Socialismo del Siglo XXI (SSXXI).
Es notable el alto grado de incongruencia respecto a los principios y valores con los que los presidentes de las democracias han llegado al poder, pero lo más grave es no entender que el sistema del SSXXI es una amenaza real a la estabilidad de todos y cada uno de los gobiernos democráticos; o tal vez, ésta sea la clave para entender la tolerancia, porque puede ser que reconociendo el nivel de peligrosidad del bloque dictatorial, los presidentes de las democracias de la región prefieren una relación de “amiguismo” y discreta subordinación, lo que sin eufemismos los convertiría en cómplices de las dictaduras.
En la declinación y crisis irreversibles del SSXXI existen datos importantes como la recuperación democrática de Argentina con la derrota Kirchner, el triunfo de la oposición y posterior control de la Asamblea Legislativa en Venezuela, el cambio de gobierno en Brasil, la continuidad democrática en Perú, la derrota de Evo Morales en el referéndum del 21F de 2016 en Bolivia, el informe del Secretario Almagro en la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre Venezuela que activó la Carta Democrática Interamericana, el destape de la corrupción del Foro de Sao Paolo con el escándalo Odebrecht, el triunfo del pueblo ecuatoriano sobre el fraude electoral que lleva a una segunda vuelta electoral, y el presidente de los Estados Unidos Donald Trump recibiendo a la esposa del preso político Leopoldo López, mostrando conocimiento del problema y expresando interés en el asunto.
Sin embargo, estos avances no son suficientes y están incompletos, pues la región continua dividida en “dos Américas”, la democrática y la dictatorial. Para recuperar la democracia es necesario que el compromiso original del presidente Macri y del presidente Kuczynsky, y las expresiones de interés del presidente Donald Trump para la liberación de los presos políticos en Venezuela y la recuperación de la democracia, sean efectivas con el respaldo de todos los presidentes de la región haciendo operativa la Carta Democrática Interamericana y respaldando al Secretario General de la OEA con mayoría de votos.
Es necesario entender que además de Venezuela, existen presos y exiliados políticos de Ecuador y Bolivia; reconocer que los jueces han terminado con la “oposición real” y con la “libertad de prensa” en esos países y en Nicaragua; afirmar que la base de la permanencia en el poder de Castro, Maduro, Correa, Morales y Ortega es la violación del estado de derecho, la suplantación constitucional y la violencia institucionalizada por “leyes infames”, con “sentencias infames” y con “jueces verdugos” en el sistema castrista de control social de miedo y amenaza.
La dictadura cubana no puede seguir ejerciendo el liderazgo de Latinoamérica, negociando “estabilidad a cambio de tolerancia”. Los países del Petrocaribe no pueden seguir con la vergonzosa entrega de sus votos en la OEA y en la ONU al liderazgo castrista, a cambio petróleo venezolano.
La región no puede continuar inundada de cocaína, incrementando el consumo de droga, la peligrosidad criminal por el tráfico, la formación y sostenimiento de padillas y lavado de dinero por la política narco que tiene como eje a los gobiernos de Venezuela, Bolivia y a las FARC con la “mediación” de Cuba y la participación de Ecuador y Nicaragua. No se puede aceptar que para no tener una guerrilla o un alzamiento social o armado organizado por el castrismo haya que tolerar el oprobio en Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. No es posible seguir soslayando las conexiones del SSXXI con el terrorismo de origen islámico.
Urge garantizar la transparencia en la segunda vuelta electoral de Ecuador y revisar el fraude electoral de la primera vuelta en cuanto a la dudosa mayoría oficialista en la Asamblea. Los nombres de los que recibieron sobornos en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba vinculados al “lava jato” de las 15 empresas brasileras y no solo Odebrecht, deben ser públicos de inmediato, el secretismo con pretexto de investigación compromete a los gobiernos democráticos.
Los dictadores deben saber que cuanto más porfíen en su permanencia indebida en el poder más lejos de la impunidad que los urge estarán. Estas y muchas más son las acciones concretas y urgentes que los presidentes democráticos de los países americanos les deben a sus pueblos, a sus principios y al sistema que los legitima.
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy