Carlos Sánchez Berzaín
20 de junio de 2016
(Diario Las Américas) La activación de la Carta Democrática Interamericana solicitada por el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) respecto a la situación de Venezuela, ha causado espanto en los gobiernos no democráticos del socialismo del siglo XXI que postergan cuanto pueden el tratamiento del asunto y que han tratado de usar la 46 Asamblea General en República Dominicana para mostrar que aún tienen la mayoría de votos para rechazar –con cualquier pretexto- la tan justificada como inesperada demanda de Luis Almagro.
La 46 Asamblea de la OEA ha sido el escenario previo al tratamiento de demanda Almagro respecto a Venezuela, haciendo de este asunto el más importante, demostrando que tanto las acciones políticas allí desplegadas y las que vienen, no dejan duda que se libra una confrontación entre la corrupción y la democracia.
El Gobierno cubano desde fuera y el venezolano desde dentro, creyeron que habían terminado con la OEA reduciéndola a un foro supeditado a su voluntad; estaban seguros que la creación de sus organismos para regionales había logrado desplazar la importancia política de la OEA; que el discurso anti imperialista había sido exitoso y suficiente para archivar y pisotear los principios de libertad, democracia y respeto a los derechos humanos que desde su creación en 1948 propugna, promueve y debe defender la OEA; que el control de la mayoría de votos vinculados al petróleo venezolano al Petrocaribe y su expansión en la región garantizaban todo lo descrito; que con esa mayoría podían poner y manipular al nuevo Secretario General como lo hicieron con el previo Insulza. En la agenda política internacional del castrismo la OEA volvería a servir para justificar, encubrir y sostener los atropellos cometidos por sus regímenes en Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, con el disfraz de una institucionalidad democrática progresista.
Acontece todo lo contrario al “plan castrista para la OEA”, pues el control se les va de las manos porque el nuevo Secretario General ha escogido el respeto a los principios, valores y obligaciones legales internacionales antes que la sumisión a la voluntad de las dictaduras detentadoras de la mayoría de votos. Ha preferido la verdad a la comodidad. La acción de Luis Almagro pidiendo la activación de la Carta Democrática Interamericana para Venezuela ha puesto en crisis al socialismo del siglo XXI porque tiene el valor de plantear lo evidente, lo correcto, lo que todo el mundo sabe, lo que la OEA tiene obligación de hacer aplicando sus propias normas. Las amenazas y la prepotencia de Nicolás Maduro y de sus colegas no democráticos no han sido suficientes para asustar a un hombre de izquierda pero no obsecuente, como acredita ser Luis Almagro, que ha puesto incluso su estabilidad y seguridad personales en riesgo frente al teóricamente omnipotente aparato implementado por Castro y Chávez.
Se ha desatado en la OEA y en toda la región una lucha entre la verdad y la impostura, entre la democracia y la corrupción. La verdad está liderada por Almagro en su petición respecto al Gobierno de Venezuela donde se violan los derechos fundamentales, hay presos políticos, no hay estado de derecho, no hay división e independencia de los poderes públicos y más.
La impostura es la estrategia diseñada y operada por el castrismo para mantener en Venezuela a un Gobierno títere que no solamente le sirve de fuente de subsistencia económica, sino que es que la base fundamental de su influencia internacional, que le da mucho poder y maniobra en los organismos internacionales desde Naciones Unidas hasta organismos especializados. De ahí que la lucha de hoy en la OEA no es entre venezolanos o respecto a Venezuela solamente, se trata de la sobrevivencia de la dictadura más antigua de la región y de sus satélites, se está librando una batalla por la democracia en las Américas.
La verdad está demostrada por hechos de conocimiento mundial respecto a la situación de Venezuela, está fundada en los principios universales y americanos que hacen a la soberanía de los pueblos que no puede ser sometida por gobiernos que se instalan a perpetuidad a costa de la opresión, la violación de derechos humanos y el hambre de sus ciudadanos. La verdad que se llama democracia, está arrinconada por las acciones de corrupción que producen los “votos de la vergüenza” que han demostrado ser 19 de los 34 en la última Asamblea General de la OEA, donde presuntamente aprobaron una resolución anunciada por la canciller de Nicolás Maduro para “evaluar al Secretario General” en el Consejo Permanente, en una clara acción de intimidación, como las que realizan todos días los regímenes en Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Si la resolución es cierta es una muestra de corrupción, una vergüenza, y si es falsa, prueba lo mismo por la manipulación.
Los 19 votos con que dice contar ahora en la OEA el régimen venezolano, representan la corrupción, porque pasan por encima de las obligaciones y principios asumidos por los estados y de lo mandado por sus pueblos. Son votos fundados en el interés económico de gobiernos interesados en seguir recibiendo prebendas petroleras y económicas del patrimonio venezolano administrado por Cuba. Representan el miedo a una crisis en el Caribe si el Gobierno cambia en Venezuela antes de fin año. Son en la mayoría de los casos arreglos de toma y daca por valores económicos, petro coimas?, y en otros casos son componendas por un poco de estabilidad, negocios o encubrimiento?. El mundo observará en los próximos días como vota la corrupción y como vota la democracia en la OEA. Aunque la corrupción tenga mas votos ya ha perdido porque está en evidencia, y el final es solo cuestión de tiempo.