Carlos Sánchez Berzaín
09 de mayo de 2010
(Diario Las Américas) La ausencia de democracia en los países del socialismo del siglo XXI que tiene su expresión de mayor crisis en Venezuela, junto con las alentadoras señales del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) para cumplir con los principios de éste organismo, han llevado a la oposición venezolana a buscar la activación de la Carta Democrática Interamericana para recuperar la democracia. La reacción de Nicolás Maduro ha sido anticiparse pidiendo reunión extraordinaria para tratar el tema, a tiempo que criminaliza internamente a los opositores. La maniobra internacional de la dictadura venezolana es un desafío que plantea la cuestión de “si hoy la democracia tiene mayoría de votos en la OEA”.
La OEA fue creada en 1948 expresando como propósito “promover y consolidar la democracia” en el continente, y aprobó el año 2001 la Carta Democrática Interamericana proclamando que “los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”, determinando los “elementos esenciales de la democracia”, que –entre otros- son: “el respeto a los derechos humanos y la libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos”. Esencia es “aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas”, de manera que con la sola falta de un elemento esencial, la democracia ya no es tal.
Por eso, cuando hablamos de democracia en el continente americano no es debatible ni su concepto, ni su naturaleza, ni su contenido, ni siquiera sus alcances, porque “derecho a la democracia” es, está determinado. Se trata de lo justo, lo legítimo que corresponde a los pueblos de la región, es inherente a la existencia y la condición individual, la democracia es un derecho fundamental de la persona en América, instituida por sus elementos esenciales y por los “componentes fundamentales del ejercicio de la democracia”, también instituidos en la Carta Democrática Interamericana.
Este es el marco de principios y de obligación legal e institucional que todos los estados miembros de la OEA deben cumplir, pero como se constata a diario, los gobiernos de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, ignoran, violentan y han suplantado la democracia, al punto de haberse instalado como “dictaduras del socialismo del siglo XXI”. Son estados que no respetan ninguno de los elementos esenciales de la democracia y que por el contrario, han concentrado todo el poder en gobiernos plagados de corrupción, que violan institucionalmente los derechos humanos, sin libertad de prensa, con el poder judicial como mecanismo de represión política, con presos y exiliados políticos, para permanecer indefinidamente en el poder por medio de la fuerza y la violencia, a costa de la miseria de sus pueblos.
El ejemplo más desgarrador de esta expansión del sistema castrista como “socialismo del siglo XXI”, es hoy Venezuela. Ese país de una democracia consolidada mientras la región soportaba las dictaduras militares, el estado petrolero más rico de la zona, el pueblo que brindó asilo y refugio a los perseguidos por las dictaduras, la Venezuela rica y generosa, está hoy controlada por una dictadura digitada y sostenida desde La Habana. La cuna de la libertad ha sido convertida en un país intervenido, empobrecido, en crisis y sin posibilidades de liberarse, ante la actitud indiferente, temerosa y/o cómplice de los líderes de la región.
La OEA tiene 35 estados miembros con igualdad jurídica. Cada país tiene un voto y si lo usaran con base a los principios de la organización y a las obligaciones que han asumido firmando la Carta Democrática Interamericana, no habría problema, pero los votos pueden responder a posiciones de interés, presión o negociación políticas. Controlar y poner en crisis a la OEA fue parte de la estrategia del socialismo del siglo XXI que a partir del petróleo venezolano con Petrocaribe y otros mecanismos compraron y condicionaron votos para controlar mayoría en la OEA e impedir que cumpla sus objetivos, principios y mandatos. La acción de la dictadura de Maduro pidiendo se adelante una reunión para tratar el tema de la desaparición del estado de derecho y de la democracia en Venezuela, es un grave indicativo de que el castrismo -que ahora lidera el grupo organizado por Chávez y Castro- tiene el control de la mayoría de los gobiernos que votan en la OEA o apuesta a que la reunión no se realice. Tan así es, que el canciller argentino ha considerado prematura esta reunión.
Al parecer no se votará por principios y ni siquiera en cumplimiento de las cartas y tratados suscritos y vigentes. Maduro está contando con que Cuba desde fuera de la OEA asegure los votos militantes de Ecuador, Bolivia y Nicaragua, los petro-votos de los miembros de Petrocaribe, el voto presionado por las negociaciones de paz de Colombia, los votos solidarios de Chile, Uruguay y Brasil, ejerza influencia sobre Panamá, trabaje posiciones de neutralización con Costa Rica, Perú y tal vez Canadá, acuse de golpista e imperialista a los Estados Unidos para paralizarlo y en suma haga lo necesario. La movida dictatorial en la OEA pretende usar la decadente fuerza de la alianza Chávez-Castro, movimiento bolivariano, alba o socialismo del siglo XXI con los saldos de la presión petrolera venezolana, más el temor a las acciones desestabilización e infamia de la dictadura cubana, para probar que “la democracia no tiene mayoría de votos en la OEA”, por lo menos no todavía. Ojalá yo esté equivocado.