Carlos Sánchez Berzaín
14 de marzo de 2016
(Diario Las Américas) Los “gobiernos de delincuencia organizada” cuya denominación proviene de la Convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia transnacional organizada, han institucionalizado en sus países sistemas de corrupción para cometer delitos cuyo encubrimiento e impunidad se garantiza con el control total del poder. Los casos conocidos de corrupción y la corruptela generalizada, denunciados y evidenciados en todos los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI en América Latina, demuestran que los jefes de gobierno y sus entornos han hecho fortunas personales que tratan de encubrir con la liquidación de la prensa libre, la simulación, la represión y el lavado. El proyecto político que pretendió ser una revolución ha terminado como una cleptocracia llamada Socialismo del Siglo XXI.
Etimológicamente la palabra “cleptocracia” proviene del griego “clepto, robo y cracia, fuerza=el dominio de los ladrones”. Se trata del “sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos”. Es el ejercicio del poder político fundado en la corrupción promovida y ejercida desde el jefe de estado, presidente o caudillo, con “sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político y/o el peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico”. Cometen todos los delitos tipificados en las leyes penales locales y en normas internacionales relativas al daño económico al estado por funcionarios públicos y entornos familiares y políticos que enriquecen.
Democracia y cleptocracia son antagónicos. En democracia la cleptocracia es imposible por las características mismas del sistema cuyos elementos son frenos y defensas contra el “dominio de los ladrones”. Las barreras de la democracia para evitar la cleptocracia son entre otras: el respeto a los derechos y garantías fundamentales; la división e independencia de los poderes públicos; la vigencia del estado de derecho de manera que nadie pueda ponerse por encima de la ley; la alternancia en el poder mediante elecciones periódicas, limpias, voto universal y secreto; la obligación de los gobernantes a la rendición de cuentas; la existencia de prensa libre y libertad de expresión que sostienen una opinión pública no manipulada por el gobierno; la declaración y verificación de patrimonios de los funcionarios; en suma, los mecanismos institucionales basados en la libertad y la responsabilidad.
Las cleptocracias son dictaduras, regímenes de alta concentración del poder, cuya acción de gobierno se basa en la liquidación o simulación de la oposición política, el control de los jueces, de la opinión pública, la liquidación de la prensa libre, estatismo, centralismo, la restricción de libertades económicas, el sometimiento de la libre iniciativa, control de la actividad privada de la que se apropian progresivamente o la que se asocian dando lugar a la aparición de “burguesías cleptócratas”. Su regla es “con el gobierno todo, sin el gobierno nada” y así las cleptocracias no tardan en llevar a la ruina las economías de sus países. La historia muestra que “las economías basadas en las extracción de materias primas [minerales y petróleo] son propensas a ser cleptócratas”. El eslabón final de la cleptocracia es el “lavado de dinero” por medio de empresas u operaciones en su país y de cuentas, inversiones y desarrollos en el exterior.
Los conceptos precedentes pueden ser aplicados –con resultados obvios- a los casos denunciados, conocidos y en camino de impunidad de los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI en Venezuela (Chávez y Maduro), Cuba (Castros), Bolivia (Morales), Ecuador (Correa), Nicaragua (Ortega) y los pasados de los Kirchner en Argentina y Lula en Brasil. La revisión de la prensa y de los casos de persecución política o de agresiones contra líderes cívicos, políticos, indígenas, sociales, universitarios y otros, muestran como en estos países con la “justicia de la cleptocracia” se hicieron presos, exiliados y víctimas; acreditan como con “los medios de comunicación de la cleptocracia” se asesinaron reputaciones y se liquidan figuras públicas de credibilidad creciente; como los “empresarios de la cleptocracia” se han esforzado por presentar éxitos económicos tan inexistentes como insostenibles; y como los pueblos son las víctimas de la crisis y del alto endeudamiento del estado saqueado por los cleptócratas.
Son demasiadas las denuncias y evidencias. En Venezuela para los que gobiernan desde 1999 tal vez lo más notable sea la corrupción con y en Petróleos de Venezuela PDVSA, o las compras de armamento, o las obras públicas con empresas brasileras. En Cuba, el país entero es testimonio de haber sido convertido en finca propiedad de los Castro y sus entornos. En Bolivia el caso del Fondo Indígena, el de la pareja de Evo Morales –con un hijo ahora desaparecido- convertida en empresaria con contratos por mas de 500 millones de dólares en consulta con asesores cubanos, el de obras públicas y compras con sobreprecios como los aviones chinos de la FAB, los atropellos a los indígenas del TIPNIS para hacer una carretera con empresa brasilera y ampliar los cultivos de coca ilegal. En Ecuador, el caso del comercio de petróleo denunciado en el libro “Ecuador made in China”, el caso del “Gran Hermano” de contrataciones con empresas brasileras (otro libro), el de las confiscaciones de medios de comunicación que hoy maneja el gobierno, o el de los indígenas. En Nicaragua, denuncias similares y el señalamiento de empresario y nuevo rico a Daniel Ortega y su entorno, otra vez los chinos, la impotencia en la denuncia al extremo de haber producido el “retorno de los contra” como guerrilla. Y de los Kirchner y Lula! Podría escribirse una enciclopedia con los casos que demuestran que es “cleptocracia transnacional llamada Socialismo del Siglo XXI”