Carlos Sánchez Berzaín
11 de enero de 2016
(Diario Las Américas) Comenzando el año 2016 siguen existiendo dos américas, la democrática y la no democrática o dictatorial. La primera donde rige el estado de derecho y la segunda donde la voluntad del jefe está por encima de la ley o es la ley; la de los países que respetan la libertad y los derechos fundamentales, y la otra con perseguidos, presos y exiliados políticos; la de los estados con “previsibilidad” fundada en la institucionalidad, y la del modelo que viola todo a su conveniencia para perpetuarse indefinidamente en el poder. El 2015 ha sido el año que inició la recuperación de la democracia, lo que agudiza la lucha de los pueblos que luchan por su libertad versus el socialismo del siglo XXI que agrupa a las dictaduras. La agenda latinoamericana del 2016 es democracia.
Vale la pena recordar e insistir que la asociación iniciada en 1999 entre Fidel Castro y Hugo Chávez puso en marcha el proceso de desestabilización de la democracia en la región y terminó configurando el socialismo del siglo XXI que hoy ocupa Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, que controló la Argentina de los Kirchner, que somete cuanto menos la política exterior de los países que conforman Petrocaribe, que destrozó la OEA, y que ha neutralizado por temor, conveniencia o prudencia a casi todos los restantes gobiernos. El aporte castrista fue su metodología dictatorial y su concepción expansionista basada en el foquismo sesentista (violento pero electoral en lugar de guerrillero), con prácticas de populismo, discurso de izquierda y antiimperialista, nutrido con miles de millones de dólares aportados por Chávez, protegidos por los gobiernos del PT del Brasil. Muerto Chávez, el proyecto quedó en manos de Castro, trasladando el liderazgo de la región a poder de la dictadura cubana que lo ejerce ahora mismo.
El eje de confrontación entre el socialismo del siglo XXI y la democracia no es entre la izquierda y la derecha, como pretende la propaganda dictatorial, la confrontación es entre la libertad y la dictadura. La mayoría de los partidos y líderes de izquierda, que en principio adhirieron al proyecto en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, forman hoy parte del exilio, de la resistencia perseguida o de la oposición. Gobiernos de izquierdas democráticas, como los de Uruguay, Chile y propio Brasil, han mantenido la institucionalidad, no han suplantado sus constituciones políticas, no se han perpetuado en el poder y no tienen presos ni exiliados políticos. Las dictaduras del socialismo del siglo XXI no son un proyecto de izquierda, nada tienen que ver con lo popular ni con la lucha contra la pobreza, se trata de gobiernos a perpetuidad en manos de caudillos que aplican la franquicia de la dictadura castrista, a la que están subordinados, que es más bien fascismo que socialismo. Los dos grandes disfraces e imposturas del socialismo del siglo XXI son la apariencia de la democracia fundada en la manipulación electoral, y su pretendida posición de izquierda que sólo produce más pobreza y dependencia.
El 2016 encuentra al socialismo del siglo XXI en crisis económica y política. En lo económico, aún con información manipulada, basta ver lo que pasa en Cuba y Venezuela, lo que tiene Ecuador y lo que viene en Bolivia y Nicaragua. En lo político los pueblos han perdido el miedo, la prensa libre lucha por recuperar espacios y la opinión pública les es grandemente adversa; los niveles de popularidad de los dictadores, aún con encuestas digitadas, son penosos; su poder se funda en su aparato represivo, en la corrupción y en el miedo. Han perdido Argentina y han sido parcialmente derrotados en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Pero aún tienen el poder absoluto, controlan todos los órganos del estado, la corrupción es uno de sus elementos esenciales, el narcotráfico ha sido expandido, y están dispuestos a todo porque deben “permanecer en el poder como única forma de tener impunidad”.
Esto marca la agenda democrática latinoamericana del 2016, que consiste en continuar la lucha por los principios y valores de la libertad y la democracia. Denunciar la existencia y utilización de los sistemas de justicia para la persecución política, las masacres, los presos y exiliados políticos por los que son gobiernos violadores de los derechos humanos, demostrar el control absoluto de todos los poderes públicos y la extinción del “estado de derecho”, poner en evidencia que se trata jefes y gobiernos que han institucionalizado la corrupción, denunciando los casos cuyo encubrimiento local no los salva del desprecio de la opinión pública nacional e internacional, mientras sus pueblos tienen cada vez mayores necesidades; verificar el alto grado de violación de la libertad de prensa, de la manipulación de la información, de la extorsión y amedrentamiento de que han sido y son víctimas los periodistas y propietarios de medios; poner atención en el crecimiento del narcotráfico, en producción, tráfico y consumo, al punto de demostrar las denuncias de que se han constituido narcoestados, reclamar que los presidentes, gobiernos y políticos de los países democráticos de la región sigan el camino de Argentina y Costa Rica, y reclamen la democracia, no sólo en Venezuela, sino en Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.
De esta forma, el 2016 los venezolanos retirarán del poder al dictador Maduro y su gobierno títere del castrismo, los bolivianos le dirán NO a Evo Morales en su propósito de prórroga, marcando su inevitable salida del gobierno y el NO a la impunidad que busca, los ecuatorianos crearan las condiciones para que Rafael Correa pierda el Gobierno en la elecciones de febrero del próximo año, los nicaragüenses lograrán evitar que el castrismo siga operando descaradamente por medio de Daniel Ortega para torturar al pueblo cubano que huye, y los cubanos podrán recuperar su patria para no tener que ser el exilio más numeroso de la historia en la región. La agenda del 2016 es democracia para todos.