Carlos Sánchez Berzaín
09 diciembre de 2015
(Diario Las Américas )El contundente triunfo del pueblo venezolano sobre el Gobierno dictatorial en las elecciones parlamentarias, constituye un punto de quiebre histórico que ha cambiado la realidad política en Venezuela y en América Latina. Es una derrota infligida al centro vital que creó, dirigió y financió al socialismo del siglo XXI y que puso al castrismo en el liderazgo político de América Latina. Así como el ascenso de Hugo Chávez al poder constituyó el inicio del proyecto antidemocrático de construcción cubana que llegó a controlar Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina e influir en casi todos los países de la región, la derrota del 6 de diciembre de 2015 a la dictadura venezolana liderada hoy por Maduro y Cabello, ha creado una nueva situación política.
Empezando en Venezuela, los mandatarios de los países que en principio se llamaron bolivarianos -como enseña el expresidente ecuatoriano Osvaldo Hurtado- “una vez instalados en el poder se las arreglaron para, a través de disimulados y sucesivos minigolpes de estado, desconocer el orden jurídico bajo el que fueron elegidos y conformar un sistema político contrario a los principios democráticos”, dando nacimiento a las dictaduras del socialismo del siglo XXI. Una dictadura es un “gobierno que bajo condiciones excepcionales prescinde de una parte, mayor o menor, del ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad en un país”. Todos los gobernantes de las dictaduras del socialismo del siglo XXI, se pusieron por encima de la ley, alteraron y suplantaron el ordenamiento constitucional de sus países para prolongar ilegal e ilegítimamente su permanencia en el poder.
La franquicia del socialismo del siglo XXI –comenzando en Venezuela- impuso como característica la “simulación de democracia”, esto es que el gobierno debe presentarse como democrático utilizando para ello las elecciones y sus resultados generalmente manipulados. Redujeron el contenido de la democracia solo a las elecciones, postulando que “elecciones son democracia”, e hicieron desaparecer el estado de derecho, la división e independencia de los poderes públicos, violaron los derechos humanos y las libertades fundamentales como política de estado, atentan contra la libertad de prensa, tienen presos, perseguidos y exiliados políticos, utilizan la justicia como medio de represión y controlan todo el sistema electoral institucionalizando el fraude, haciendo que el voto pierda sus características esenciales de ser “universal, libre y secreto”.
Seguros de manipular la voluntad popular mediante el fraude, el miedo y la violencia, los gobernantes del socialismo del siglo XXI continuaron utilizando las elecciones como herramienta para mantener su poder total simulando democracia. Pese a su marcada impopularidad, resultado del fracaso de su modelo de socialismo castrista antihistórico y de la corrupción, Maduro y Cabello en Venezuela dirigieron la campaña electoral oficialista de las elecciones parlamentarias, confiados su aparato. La dictadura venezolana perdió abrumadoramente las elecciones aun operando el fraude electoral fundado en el control de la identificación de los ciudadanos, en la manipulación de la zonificación electoral, en la movilización forzada de la gente, en la prebenda populista, en la amenaza resultado de la violación del carácter “secreto” del voto, en la inhabilitación y encarcelamiento de candidatos, en el control total de los medios de comunicación, en el monopolio de la propaganda electoral. Usaron y abusaron del poder apoyados en el control de la mayoría de las autoridades electorales que lejos de ser imparciales pasaron a ser de su absoluta dependencia. Tan seguros estaban de su sistema de “fraude electoral institucionalizado” que prohibieron la presencia de “observadores internacionales”.
Las dictaduras del socialismo del siglo XXI caen donde comenzaron, en Venezuela. Lo hacen como se inició este drama, en elecciones. La masiva participación del pueblo venezolano en defensa de su libertad ha dado a la oposición venezolana el poder político para devolver la democracia a su país, el mandato es “restituir el estado de derecho”, que no será tarea fácil pero en eso consiste la imperiosa indicación de un pueblo cansado de la opresión, la inseguridad y la crisis. El efecto del triunfo del pueblo venezolano es de contenido plebiscitario y de alcance regional, ha empoderado a los pueblos sometidos de la región para avanzar en el mismo camino, terminar con las dictaduras, retirar del poder a gobiernos plagados de corrupción que tienen las mismas características del decadente y derrotado gobierno de Maduro y Cabello.
El nuevo escenario político en Venezuela, agregado al antecedente de triunfo y cambio democrático de Macri en Argentina, terminará con el silencio cómplice de los gobernantes democráticos de la región y afecta muchos intereses, acelerando los procesos de recuperación de la democracia. Los efectos políticos y económicos de una mayoría parlamentaria democrática en Venezuela, que conduzca al retorno del “estado de derecho”, que termine con los presos políticos, que transparente las cuentas del Estado, que recupere la independencia nacional, tendrá efectos devastadores y muy rápidos para la dictadura castrista en Cuba que literalmente está perdiendo su “cofre”, al punto que este daño es económicamente mayor que la caída de la URSS.
Los efectos políticos serán notorios sobre el gobierno de Ecuador que está casi en cesación de pagos, que ya no puede ocultar su crisis económica y que ve crecer el descontento social con un caudillo en aparente retirada. En Bolivia, el resultado electoral venezolano daña frontalmente a un gobierno empeñado en manipular una vez mas la voluntad popular en el referéndum del 21 de febrero próximo buscando perpetuarse en el poder. Venezuela ha dicho no a la dictadura chavista y los bolivianos están listos para decirle NO a la dictadura de Evo Morales y deseosos de seguir el ejemplo del pueblo venezolano derrotando el fraude, el miedo y la violencia. Desde Venezuela ha cambiado la situación política en América Latina .