Carlos Sánchez Berzaín
30 de septiembre de 2015
(Diario Las Américas) La mentira ha sido la identidad de los dictadores del socialismo del siglo XXI en la Asamblea de las Naciones Unidas, para mostrar a la opinión pública mundial nuevos ricos denunciando la pobreza, jefes de estado al punto de ser narco estados proclamando éxitos contra el narcotráfico, violadores hablando de derechos humanos, carceleros predicando libertad, responsables de asesinatos y masacres acusando de sus delitos a las víctimas, enajenadores de reservas naturales y de territorios indígenas presentándose como defensores del medio ambiente, manipuladores de jueces proclamando justicia, ineptos que han quebrado las economías de sus países echándole la culpa al imperialismo y al capitalismo, corruptos en una letanía de imposturas, dictadores hablando de democracia.
Raúl Castro se ha presentado como “presidente”, denominación que corresponde a “un jefe de estado normalmente elegido por un plazo fijo”, cuando el dictador cubano es el heredero del dictador mayor, en un país sometido a tiranía, con presos políticos, sin libertades fundamentales, que ha exiliado millones de ciudadanos. Castro ha afirmado que “han sido constantes las guerras de agresión, la intervención en asuntos internos de los estados, el derrocamiento por la fuerza de gobiernos soberanos…” olvidando convenientemente que su dictadura agrede desde hace más de 50 años la soberanía y las democracias de los países de América Latina y del mundo por medio de guerrillas, derrocamientos y ahora el control de gobiernos en base a cuyas economías subsiste. Sin rubor ha expresado que “el disfrute de los derechos humanos continúa siendo una utopía para millones de personas”.
Nicolás Maduro, olvidando los presos políticos, los exiliados, los perseguidos y la violación reiterada y permanente de los derechos humanos que inflige al pueblo venezolano, ha propuesto que “pensemos en una causa común sin guerras, sin xenofobia, sin racismo, asumamos la agenda como algo humano”. Ignorando la intervención castrista de Venezuela y la crisis venezolana para sostener a la dictadura cubana, ha dicho respecto a su gobierno que “el primer paso fue recuperar nuestra independencia política, la capacidad de decisión sobre los asuntos nacionales”. Lo que el jefe de gobierno venezolano no pudo recordar es que la dependencia del castrismo está acusada y demostrada por la oposición y es indisimulable.
Rafael Correa, ha hablado de la “revolución ciudadana, democrática, ética y nacionalista” sin recordar que pretende modificar la Constitución de su país para permanecer indefinidamente en el poder, que es el autor y defensor de la “ley mordaza” y responsable de la violación de las libertades fundamentales como política de estado. Se ha mostrado como defensor del medio ambiente y ha acusado al capitalismo del cambio climático, al mismo tiempo que defendía su “derecho de explotar petróleo en la amazonia ecuatoriana”, o sea avisando que causará más daño al medio ambiente, sin tocar el conflicto que ha provocado con los indígenas de su país por el control de la tierra y el uso de los recursos naturales. Ha propuesto “garantizar el acceso a la justicia” cuando tiene implementada la represión judicializada en su país con presos políticos, perseguidos y exiliados.
Evo Morales directamente falseó los datos de los cultivos de coca indicando que recibió el gobierno con 30.000 hectáreas y que ahora son menos de 20.000, cuando en realidad recibió el gobierno con “tres mil hectáreas” y ahora tiene más de 40.000. Reclamó por la pobreza, sin recordar el nivel de endeudamiento interno y externo al que ha llevado a Bolivia. No dijo nada de los nuevos ricos y la corrupción que impera en su gobierno, ni de su permanencia indefinida en el poder (como en Venezuela, Nicaragua y Ecuador). Reiteradamente reclamó por el respeto al medio ambiente sin apuntar que el incremento en la producción de coca en su gobierno daña al medio ambiente, y sin inmutarse porque él es autor de la agresión al Tipnis y las tierras protegidas de indígenas, para ampliar los cultivos de coca de sus sindicatos. Acusó al capitalismo pero no dijo de dónde y porqué la súbita riqueza de él mismo y de su entorno. Demostró que la persecución política es un tema central de su gestión, pero mintió nuevamente al atribuir sus propios crímenes y masacres a sus víctimas.
Los gobernantes del socialismo del siglo XXI han hecho discursos ajustados y coordinados entre sí, para presentarse como lo que no son, como defensores de los derechos humanos y del medio ambiente, luchadores contra la pobreza, predicadores de justicia, militantes de la democracia y feroces denunciantes de los abusos del capitalismo y del imperialismo. Han demostrado que son un equipo con dirección y dependencia de la dictadura más antigua de la región, con una agenda común -poco creativa pero eficiente- porque en la ONU han usado la técnica de la dictadura nazi aconsejada por Goebbels: “miente, miente, que algo quedará, cuando más grande sea la mentira más gente la creerá”.