Carlos Sánchez Berzaín
16 de septiembre de 2015
(Diario Las Américas) Son dos personas de diferentes generaciones, países y formación. Próximos en sus historiales de defensa de la libertad y los derechos fundamentales. Iguales como testimonio histórico. Sacrificados por el mismo verdugo, el mismo sistema de acusaciones falaces, de juicios que son linchamientos, de pruebas falsas, de detenciones y prisiones arbitrarias, de sentencias abyectas, de la violación premeditada y sistemática de sus derechos humanos. Armando Valladares y Leopoldo López –con 54 años de distancia en sus procesos- son solo un ejemplo de las víctimas de la dictadura castrista que reincide y persiste en sus crímenes, acusando y condenando inocentes como parte de su metodología y capital político.
Armando Valladares nació en Pinar del Rio, Cuba en mayo de 1937, artista, escritor y poeta, estudió pintura en la Escuela de Artes Visuales. Señalaba a Fidel Castro de comunista, fue encarcelado en diciembre de 1960 a los 23 años de edad acusado de “amenazar a la seguridad del estado y de terrorismo”, que disfrazaba el rechazo de Valladares al régimen, al haber repudiado la propaganda que decía “si Fidel es comunista que me pongan en la lista”. Procesado por los “jueces de la revolución”, fue sentenciado a 30 años de prisión. El régimen lo presentó como “traidor”. En la cárcel fue víctima de palizas, experimentos psicológicos, biológicos y de aislamiento, trabajos forzados y años de confinamiento solitario en una celda sin luz natural ni artificial. El Pen Club de Francia le otorgó el premio “libertad” a escritores presos, fue reconocido por Amnistía Internacional como “prisionero político y de conciencia”. Su esposa Martha lideró una campaña mundial por su inocencia y -a pedido personal del Presidente de Francia, Francoise Miterrand, a Fidel Castro- fue liberado luego de 22 años de prisión. Ronald Reagan lo nombró Embajador de los Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y le otorgó la medalla Presidencial del Ciudadano. Hoy lidera varias organizaciones de defensa derechos humanos, libertad y democracia.
Leopoldo López nació en Caracas, Venezuela en de abril de 1971; economista y político, Master en Políticas Publicas de la Universidad de Harvard, docente de la Universidad Andrés Bello, Alcalde del Chacao por dos periodos consecutivos. Fundador de Primero Justicia, es Coordinador Nacional del Partido Voluntad Popular y de las Redes Populares. En noviembre de 2005 fue suspendido por el gobierno de Venezuela de cualquier actividad política futura acusado de malversación de fondos, calificada por el Departamento de Estado de Estados Unidos como “parte de una estrategia del gobierno de Chávez para eliminar la oposición política”. En 2008 fue inhabilitado por el chavismo para ser candidato a la Alcaldía Mayor de Caracas cuando era favorito para ganar las elecciones; llevó el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que el 1 de septiembre de 2011 declaró a Venezuela “responsable por la violación del derecho a ser elegido”. Por su liderazgo en las protestas de 2014, el 12 de febrero de ese año fue acusado de “instigación a cometer crímenes, intimidación pública, incitación… y terrorismo”; el 18 de febrero se entregó de blanco como símbolo de no violencia, bajo la estatua de José Martí. Procesado, fue encarcelado en Ramo Verde, un centro militar donde es víctima de aislamientos, tratos inhumanos y denigrantes. Su esposa Lilian lidera una campaña internacional por su inocencia. Es un candidato presidencial que sin duda derrotará a cualquier oficialista en elecciones limpias. La dictadura lo acaba de sentenciar a 13 años, 9 meses, 7 días y 12 horas de cárcel. Es preso político.
El motivo de las vicisitudes de Valladares y López es el mismo: la defensa de la libertad. El verdugo es el mismo, la dictadura castrista cubana, hoy extendida y en control de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua con el cártel del “socialismo del siglo XXI”. Los procedimientos son los mismos: acusaciones simuladas, sicarios con título de jueces que cumplen ordenes políticas, pruebas falsas, detenciones; violación de la presunción de inocencia, del debido proceso legal, de la igualdad, del juez natural; el sistema judicial como herramienta de represión de la dictadura. El objetivo es el mismo: silenciar a los opositores, encubrir la corrupción, mantenerse indefinidamente en el poder y tener presos para negociarlos internacionalmente a cambio de concesiones políticas y/o económicas.
El juicio y la sentencia contra Leopoldo López son instrumentos viles, igual que contra Armando Valladares y miles de cubanos durante mas de 56 años; como los juicios contra los estudiantes, empresarios, militares y políticos venezolanos con Chávez y Maduro; contra los indígenas, políticos, empresarios, periodistas y policías con Correa en Ecuador; contra los miembros de los Mandos Militares de la democracia, ex presidentes, ministros, servidores públicos, dirigentes cívicos e indígenas con Evo Morales en Bolivia. Todos víctimas, presos políticos o exiliados, es la estrategia castrista de “presentar como criminales a los opositores” y “perseguirlos hasta asesinar su reputación”. Convertirlos en nadie o mejor, en nada.
La dictadura se posiciona por la crisis y las elecciones próximas, busca dividir la oposición, quebrar a Leopoldo López y negociarlo con la comunidad internacional, ofreciendo exilio o libertad sin ejercicio de derechos políticos. Hasta aquí su sistema sigue funcionando, elimina líderes, legitima la represión, vacuna al pueblo con el miedo, negocia las víctimas y se mantiene en el poder con corrupción e impunidad. Además en Venezuela lo hacen simulando democracia. Esta por verse cuántos y quiénes resultan cómplices del castrismo –por acción u omisión- en este repetido crimen de lesa humanidad.