Carlos Sánchez Berzaín
02 de junio de 2015
(Diario Las Américas) Comenzó en Washington DC. la 45ta Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el tema es “El presente y futuro de la OEA”, con el excanciller uruguayo Luis Almagro que se estrena como secretario general y que propone recuperar la credibilidad de la Institución, comprometiéndose a “eliminar los dobles estándares” y “ser inflexibles en el respeto a los derechos humanos y la democracia”. La principal dificultad para cumplir este compromiso está en el poder político del socialismo del siglo XXI, pues el respeto a la democracia –que incluye los derechos humanos- representa el fin de los gobiernos dictatoriales.
Una OEA inflexible en el respeto a la democracia solo tiene que cumplir sus principios y objetivos, recordando en su Carta que “la democracia representativa es condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región”, y que se creó con el propósito de “promover y consolidar la democracia”. El Secretario Almagro tiene razón, ya es tiempo que la OEA salga del doble estándar que caracterizó la gestión de Insulsa y recuerde que “el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales” es solo el primero de los elementos esenciales de la democracia establecidos en el artículo 3 de la Carta Democrática Interamericana.
La agenda del nuevo Secretario General no puede ser mejor cuando propone que la OEA pueda “prestar servicios de calidad en áreas de seguridad, gobernabilidad, justicia, anticorrupción, ética en las políticas publicas y sistemas electorales entre otras”. Se trata de preservar y consolidar el “estado de derecho”; que las “elecciones sean libres, justas”, libres de fraude; que se respete “el régimen plural de partidos y organizaciones políticas”; que “la separación e independencia de los poderes públicos” sea real y no una simulación dictatorial. Todo está proclamado, escrito y pactado en la OEA, si Almagro lo puede cumplir, producirá un verdadero cambio.
Desde hace mas de 10 años la OEA es víctima de la estrategia del proyecto alba, bolivariano o del socialismo del siglo XXI, nacido de la alianza entre Hugo Chávez y Fidel Castro, que tiene como objetivo el desprestigio, la neutralización, desinstitucionalización, paralización, sustitución y liquidación de la OEA. Impulsaron y ejecutaron esta estrategia señalando a la OEA como instrumento del “imperialismo”, cuando en verdad se trata de que los principios y objetivos de la OEA son totalmente contarios al ejercicio dictatorial del poder que los gobiernos del socialismo del siglo XXI practican. Un modelo no democrático, no puede menos que pretender terminar con la organización creada por y para la democracia.
La elección de Insulza como Secretario General de la OEA y su permanencia por 10 años en el cargo fue parte de la estrategia de destrucción de la OEA; fue el secretario del chavismo, autor por acción y por omisión de la terminación de la democracia en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, y de los perseguidos, presos y exiliados políticos de la región. La OEA de Chávez-Insulza fue una amenaza permanente contra la libertad y la democracia, ejecutó y protegió la institucionalización del fraude electoral, la judicialización de la represión política, la liquidación del estado de derecho…..
Unasur y Celac, son solo mecanismos de la estrategia de sustitución de la OEA. Hay que recordar las declaraciones de Castro, Chávez, Maduro, Morales, Correa y Ortega respecto a la OEA para aceptar que la liquidación de la OEA es uno de los objetivos de las dictaduras del socialismo del siglo XXI. Muerto Chávez, el gobierno castrista es el que controla la influencia en la mayoría de los países miembros de la OEA. Cuba no necesita reintegrarse a la OEA para digitar lo que suceda en ella, aunque es posible que como efecto de la “normalización” produzca el show de su retorno. La crisis económica venezolana y la pérdida de influencia en los países del Petrocaribe amenaza este control.
Terminar con la OEA pasa también por la de penetración de la Organización y se pone en evidencia cuando vemos la decisión de Correa, Morales y sus colegas de controlar los organismos de Derechos Humanos, de hacer nombrar dependientes suyos como miembros de la Comisión y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para evitar ser señalados por las innumerables violaciones que cometen.
Para cumplir su propósito de cambiar la OEA, devolverle credibilidad como institución y tener una organización “inflexible en el respeto a los derechos humanos y la democracia”, el Secretario Almagro tiene que lograr primero que la mayoría de los estados miembros de la OEA abandonen la agenda castrista del socialismo del siglo XXI. Almagro lo sabe, es una tarea difícil, pero todo indica que él ha decidido poner los principios por delante de los compromisos políticos.