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Publicado el 08-23-2013
Por Carlos Sánchez Berzain
Los últimos diez años han sido sin duda los mejores desde el punto de vista político para la dictadura en Cuba. Desde la aparición de su benefactor y socio capitalista Hugo Chávez, el castrismo ha podido ejecutar su sueño de expandir el socialismo en América Latina recreando el foquismo armando de los sesentas convertido en foquismo electoral disfrazado de democracia. Controlando directamente varios países y promoviendo el proyecto Alba, bolivariano o del socialismo del siglo XXI con Chávez como punta de lanza y Fidel como líder, Cuba logró más gravitación que nunca en el ámbito internacional, llegando a ser miembro del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, a rechazar su reingreso a la Organización de Estados Americanos, y presidir la Comunidad de Estados latinoamericanos y Caribeños (CELAC).De esta manera, La Habana se convirtió en centro de peregrinación de los gobernantes sometidos, admiradores, amenazados o simplemente “razonables”. Una especie de oráculo cuya veneración dejó de lado principios y valores como la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos.Sin embargo, la realidad muestra que la situación de Cuba y su Gobierno dictatorial es muy frágil y el encargado de explicarlo es precisamente Marx, quien enseñó que “la infraestructura económica determina la superestructura política y social”. Lo que no se puede ocultar es que la economía cubana está muy mal y estará peor incluso que en el denominado periodo especial, porque muerto Chávez y con Venezuela en crisis, poco puede esperar el socialismo castrista -persistiendo en su dogmática- para siquiera sobrevivir en los tiempos de la revolución tecnológica y comunicacional. Se podría utilizar hoy el anuncio que hizo Mijail Gorbachov en 1985 en la URSS, cuando declaró estancada la economía soviética y que la reorganización era imperativa, para poner luego en marcha sus reformas.Recordemos que las principales reformas de Gorbachov fueron la “Perestroika” (reestructuración) destinada a la reforma de la economía soviética y el “glásnost” (apertura, transparencia) concentrada en liberalizar el sistema político, incluyendo libertades a la prensa para permitir críticas al Gobierno. Este proceso llevó a la terminación del socialismo soviético, permitió la libertad de varias naciones y avances importantes en términos de libertad, participación y economía en la Federación Rusa. Gorbachov quedó reflejado en la historia como un visionario, un liberador, premiado internacionalmente, respetado como un personaje intocable a nivel nacional y en alta consideración internacional. Todo lo contrario de lo que se hubiera podido esperar respecto al último dictador de la Unión Soviética. Frente a lo que hubiera sido el futuro de los soviéticos de persistir en el proyecto socialista, hay sin duda -no sin problemas- extraordinarios beneficios para la población y la Federación Rusa.
Como el proceso cubano va rumbo a lo inevitable como aconteció en la Unión Soviética… ¿habrá un Gorbachov en Cuba? El asunto es que para ser Gorbachov en estos escenarios hay que tener el poder, ser el dictador, de manera que hoy sólo lo puede hacer Raúl Castro y luego el elegido o sucesor -si llega- Miguel Díaz-Canel. Quien asuma este reto de la historia debe actuar a tiempo y estar dispuesto a perder el poder por el proyecto, porque ser Gorbachov en Cuba supone poner en marcha un proceso de cambio que termine primero con el absoluto poder político del impulsor, pero que de inmediato deje grandes réditos al pueblo y al líder que promovió el cambio.
Ser el Gorbachov de Cuba es la manera más rápida de pasar de dictador a líder de la democracia, de potencial perseguido e investigado, a intocable, de cuestionado personaje a honrado ejemplo, de verdugo a liberador, con gran respeto nacional y prestigio internacional. Es tal vez la única manera de salvar al pueblo salvándose a sí mismo. ¿Quién será el Gorbachov de Cuba?
El autor es abogado y politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy.