Carlos Sánchez Berzain*
Diario Las Americas
Publicado el 05-14-2012
La pasada cumbre de las Américas de Cartagena de Indias no ha logrado acuerdos como resultado de la confrontación entre los países democráticos y los no democráticos de la región. Se ha hecho evidente que hay dos grupos de países: los democráticos y los que han perdido esa condición y hoy son dictaduras o gobiernos totalitarios.
En la América democrática están los países que respetan sus constituciones políticas, que no han forzado reelecciones presidenciales, que mantienen la institucionalidad, que respetan la división e independencia de los poderes públicos, en los que existe respeto a los derechos humanos y posibilidad de denunciar los atropellos, donde la libertad de prensa y de expresión se pueden ejercer así sea con problemas, donde hay una aceptable garantía del debido proceso, en los que no hay presos ni perseguidos ni exiliados políticos, donde quien quiera dedicarse a la actividad política o a la crítica del régimen puede hacerlo sin temor de ser acusado y criminalizado.
En la otra América, en la no democrática, están los estados que no respetan los derechos humanos y las libertades fundamentales; no ejercen el poder con sujeción al estado de derecho; han desfigurado la celebración de elecciones libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto; no tienen un régimen plural de partidos políticos; donde no existe separación e independencia de los poderes públicos. Han centralizado el poder en una sola persona que busca la permanencia indefinida, un caudillo insustituible y todopoderoso, con control absoluto de los poderes y miembros del estado.
Los estados democráticos tienen bancos centrales independientes, control fiscal y una vigorosa opinión pública. Son estados previsibles, respetan la propiedad y la inversión privada, participan y buscan acuerdos de libre comercio y están integrados al mundo. Tienen éxito y tienen futuro.
Los estados totalitarios son estatistas, con economías cada vez mas controladas y discursos anticapitalistas y anti-imperialistas, con permanentes violaciones a los derechos humanos, a la libertad de prensa y a la libertad de expresión. Son los estados donde no existe garantía a la propiedad privada ni al debido proceso legal, donde el presidente puede convertir en criminal a cualquier opositor, empresario, líder social o ciudadano por medio del control que ejercen en el sistema de justicia. Estos países tienen perseguidos, presos y exiliados políticos y una larga lista de crímenes políticos que atribuyen a sus víctimas. Están en graves crisis económicas por mala gestión y corrupción, que tratan de encubrir temporalmente por medio de medidas populistas, confiscaciones, nacionalizaciones, concesión de dádivas y represión. Sus gobiernos están bajo sospecha o evidencia de vinculaciones con el narcotráfico y han abierto relaciones con países vinculados y promotores del terrorismo.
Los estados de la América democrática -que son la mayoría- saben que hay por lo menos cuatro estados en la región, que no son democracias en el marco de la Carta Democrática Interamericana, vigente y obligatoria para todos, y que tales estados lideran un grupo denominado Alba o Socialismo del Siglo XXI, en busca de que su irregular situación parezca un cambio revolucionario. El asunto es que los estados democráticos no quieren problemas con los no democráticos y -unos mas que otros- tratan de disimular, soslayar o simplemente ignorar la crisis de democracia que hay en la región.
Brasil, Colombia, Perú, Paraguay, Estados Unidos, Panamá, España –entre otros- tienen en sus territorios como asilados o refugiados políticos a los perseguidos por los regímenes totalitarios de los países no democráticos de las Américas, pero siguen tratando a sus gobiernos como si fueran democracias.
La Crisis de la reciente Cumbre de la Américas es un punto de quiebre y debe impulsar a las democracias del hemisferio y del mundo a exigir la restauración de la democracia en los países que no la tienen. La evidencia de la inexistencia de democracia ya no puede ser ignorada porque se ha expresado en el mas alto nivel de concertación presidencial, haciendo imposibles los acuerdos.
Los países no democráticos han pasado de atacar a sus ciudadanos y destrozar sus instituciones a atacar la posibilidad de consenso y pretender terminar con la institucionalidad internacional. Si los presidentes de los países democráticos de las Américas optan por seguir el juego de la simulación deberán asumir las consecuencias que ya empezaron a sufrir.
*Abogado constitucionalista y político boliviano.