(Diario las Américas) El presidente Donald J. Trump no ha sido recibido como buena noticia por las dictaduras del socialismo del siglo XXI (SSXXI) en Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, pues representa inevitables cambios en la política exterior de los Estados Unidos, que en los últimos años les ha permitido expandirse y ejercer el liderazgo político de América Latina. Raúl Castro, Nicolás Maduro, Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega, auto proclamados antiimperialistas, enemigos declarados de los Estados Unidos, caracterizados por haber destrozado la democracia para permanecer en el poder con perseguidos, presos y exiliados políticos, señalados por estructurar narco estados y relacionados con el terrorismo de origen islámico, han puesto en marcha una estrategia para asegurarse con el Gobierno de Trump.
Un repaso de la situación de las dictaduras demuestra: Cuba con el heredero Raúl Castro, pese a la gran ayuda de la normalización de relaciones con EEUU, es un país en quiebra, está oficialmente en recesión económica, repone prácticas del periodo especial, mantiene presos políticos, reprime a la resistencia local, persiste en su política comunista, es un feudo del dictador y su grupo políticofamiliar. Ejerce el liderazgo político de América Latina desde la muerte de Hugo Chávez, con la complacencia y reconocimiento del gobierno norteamericano como lo demuestra el asunto Colombia-FARC, el manejo de la crisis de Venezuela y otros. Por el control de las decisiones de política exterior de la mayoría los países de la región Cuba maniobra desde fuera en la OEA y ejerce liderazgo en la ONU negociando con su paquete de votos, articulado en base al Petrocaribe y sus relaciones con los países también declarados enemigos de los Estados Unidos como Corea del Norte.
Venezuela, con el dictador Nicolás Maduro, se ha establecido como la principal colonia castrista. Es su fuente de recursos económicos y su trinchera de defensa de la dictadura cubana. En los últimos años se libra en Venezuela la batalla por la liberación de los pueblos de América del oprobio anti democrático instalado por Castro y Chávez, porque si cae la dictadura venezolana el resto de los gobiernos del SSXXI tendrán una vida corta. La crisis económica con hiperinflación, miseria, hambre, inseguridad, narcotráfico y crímenes de estado, es una crisis humanitaria disfrazada por la complicidad de una temerosa comunidad internacional que permite al castrismo manipular un “vergonzoso dialogo” para dividir a la oposición y confundir al pueblo. Señalada como narco estado, centro de sospechosas operaciones con el terrorismo islámico, Venezuela puede liberarse muy pronto o ser condenada a la condición de una segunda Cuba.
Ecuador tiene elecciones el 19 de febrero en las que Rafael Correa no candidatea, pero donde todo está preparado –fraude incluido- para que la dictadura se prorrogue. El régimen con la ley mordaza más destacada, está acosado por la corrupción; señalado en el caso Odebrecht, Correa lucha en persona para que ni el Departamento de Justicia, ni los fiscales brasileros liberen los nombres de corruptos, en una campaña en Estados Unidos, donde ha hecho de la defensa de la corrupción una cuestión de Estado, con éxito hasta ahora. La crisis económica solo se disimula por la dolarización, Ecuador se ha convertido en corredor de narcotráfico y su gobierno aún se jacta de haber expulsado al Embajador Americano, quitado la Base anti narcóticos de Manta a Estados Unidos y otras acciones, mientras mantiene protegido en su embajada de Londres a Julian Asage (como eventual moneda de cambio).
Bolivia, en poder del dictador y dirigente cocalero Evo Morales desde hace 11 años, está señalada como narco estado que con su producción de droga ha inundado Argentina (convertida en el principal consumidor de cocaína), Brasil, Chile, y establecido la conexión de trafico con Venezuela (acusada de oficial). La ruta de narco nace en las bases sindicales del dictador Morales, va a Venezuela, luego a México y el Caribe con rumbo a EEUU. La mentira y la comisión pública de delitos es la característica de Morales y su equipo de gobierno, que ya no pueden ocultar ni la crisis económica ni la rampante corrupción. Ahora maniobran para que el dictador retenga el poder pese a la definitiva decisión del pueblo boliviano en el referéndum del 21 de febrero de 2016 que le dijo NO.
Nicaragua con Daniel Ortega y Rosario Murillo han consolidado una dinastía dictatorial en el modelo castrista. Incorporados a la burguesía local como nuevos ricos se jactan de la estabilidad y protección a la inversión extranjera y juegan a dos estribos con el SSXXI y el tratado del pacífico para “tranquilizar al imperio”, mientras auspician la reunión del Foro de Sao Paulo que analiza la crisis provocada por las pruebas de corrupción institucionalizada para y con sus miembros desde los gobiernos de Lula y Rousseff de Brasil.
La situación general del SSXXI es de crisis económica, política y social que señala su final. Sus notas características o elementos esenciales son crisis, corrupción, narcotráfico y declarados enemigos de los Estados Unidos. Pero ahora con el Presidente Trump deben “apaciguar la amenaza del cambio de gobierno en el imperio” y para ello despliegan acciones frontales de relaciones públicas (PC) contratadas en EEUU, lobbies de alto nivel y precio, prensa afín y grupos de presión internos, buscando mantener la falacia que “ la estabilidad de Cuba estabiliza la región y favorece a los Estados Unidos”, mientras con la otra mano agitan la subversión y las acciones de calle en territorio extranjero, al extremo que en la misma 5ª. Avenida de Nueva York se escuchaba ayer y en español: “el pueblo unido jamás será vencido” (la vieja consigna del castrismo en América Latina con la que han acabado con decenas de gobiernos democráticos).
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy